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viernes, 30 de noviembre de 2007

COMPÁS DE ESPERA.

Me tomaré un tiempo antes de seguir. No será mucho. Seguro.
Vuelvo para las vacaciones de Navidad y es muy probable que para entonces haya llevado al papel alguna historia. Mientras, os dejo con algunos recortes de película.
Durante este tiempo procuraré ver la vida como un simple espectador y tratar de -de todas, todas-, no olvidarme de respirar.
Gracias por vuestra lectura y confío en que excuséis esta ausencia que ahora prorrogo.
Es mi deseo que consigáis permanecer atentos a todo cuanto suceda.
Nos leemos.



"Big fish" de Tim Burton. 2003.


"American Beauty" de Sam Mendes. 1999.


"Hierro 3" de Kim Ki-Duk. 2004.


"La buena estrella" de Ricardo Franco. 1997.


"Los puentes de Madison" de Clint Eastwood. 1995.

domingo, 25 de noviembre de 2007

DE AQUÍ PARA ALLÁ.

ESCLARECIDOS – Arriba y abajo. 1994.

Otro día estuve abajo
y realmente no es tan malo
Un fulano hablaba sin parar
y yo miraba hacia otro lado.
Mi cabeza daba vueltas,
yo quería contar algo
No hacía frío ni calor
y el aire sabía extraño.

No sé muy bien
que es ser feliz
ni me preocupa demasiado,
pero cuando estuve cerca
tu estabas a mi lado

Otro día estuve arriba
y realmente no es tan bueno,
yo quería contar algo
y no había nadie junto a mí.

No sé muy bien...

Se reían sin yo saber de qué
y bailaban en silencio.
Yo quería contar algo
y no había nadie junto a mí

No sé muy bien...

lunes, 19 de noviembre de 2007

TENGO RATOS.


Es solo que tengo ratos.

A veces resulta complicado
estar, no estando contigo o
no estar, estando contigo.

Pero hay un momento para todo
y es fácil estar contigo,
aunque lo difícil sea estar.

jueves, 15 de noviembre de 2007

A CADA UNO LA SUYA.

Todo el mundo tiene razón. Su razón.
Hablamos -actuamos-, conforme a nuestra personal manera de ver las cosas y en ocasiones, resulta complicadísimo encontrar un punto común donde armonicen las distintas lecturas que podamos hacer de lo mismo.
Observo en muchas conversaciones como la opinión de personas que utilizan la palabra como principal herramienta para realizar su trabajo, está condicionada por sus convicciones o creencias y a veces, el vacío que queda entre lo que uno y otro dice es tan grande, que se hace necesario un estimulo externo que enriquezca ese inflexible discurso que a veces utilizamos y pueda obrar el milagro de la comunicación. Sería estupendo poder encontrar siempre esa palabra, ese gesto que sirva para crear un lugar de encuentro entre la gente, esa armonía necesaria para poder construir algo.
Llevo un tiempo siguiendo la serie de Los Soprano -esto de Internet es la “pera limonera”-, y hace unos días, me llamó la atención como, justo al final de un episodio, uno de sus personajes canta “Cuore ingrato”. Mientras los demás escuchan, la canción va mutando para darnos idea de la universalidad de los sentimientos y me hizo pensar que son precisamente los gestos que nacen del corazón los que posibilitan nuestra comunicación.
Resultaría emocionante -amén de productivo-, poder encontrar la palabra oportuna que represente esa música de necesaria audición que nos trasporte a ese lugar de encuentro cuando la comunicación a nuestro alrededor se está malogrando. Muchas veces deberíamos hablar pensando en hacer música más que en intercambiar palabras.

sábado, 10 de noviembre de 2007

GENTE COMPROMETIDA.

Allá por 1994 compartí un pequeñísimo pisito con dos chicos de la provincia además de Clemente, un salmantino mayor que nosotros que aún teniendo la carrera de magisterio terminada, se desplazó a nuestra provincia para especializarse en Educación Física -creo-.
Clemente era de lo más interesante de aquella exigua vivienda. Lo que más destacaba en él era su educado acento castellano que hacía acompañar de una inagotable sonrisa. Era delgado y menudo, de carácter afable y de una franqueza poco acostumbrada por aquellos pagos. Era un tipo sencillo, campechano, un hombre de pueblo -de aldea mejor dicho-, que dejaba ver enseguida la humildad que gastaba. Fue objetor de conciencia en la peor época para serlo y su militancia en la “insumisión” le acarreó pasar ocho meses de su vida en la cárcel. Recuerdo la emoción que sentí cuando nos leyó el discurso que preparó para su juicio y que no tuvo oportunidad de leer ante el tribunal que lo juzgaba. Todo un alegato a la paz y el sentido común.
Su compromiso con sus ideales antibelicistas le llevó a contactar con la plataforma que operaba en la capital dedicada a promover la objeción de conciencia. Su experiencia como “insumiso” enseguida sirvió para que fuera considerado como una persona comprometida. Su opinión llegó a tener bastante relevancia y desde el primer día sugirió actividades y movilizaciones para dar a conocer la causa por la que trabajaban.
Una mañana salió de casa comentando que iba a acompañar al grupo para realizar una sentada a las puertas del ayuntamiento e informar a los ciudadanos de lo que representaba la desobediencia civil. Cuando volvió aquella tarde, enseguida noté algo en su rostro que no cuadraba con él: no sonreía. Esperé prudentemente antes de preguntar como le había ido pero su comentario de “¡…qué brutos!”, despertó mi curiosidad:
- ¿Que ha pasado?
Me explicó que en principio todo fue bien, la mañana transcurría cordialmente informando a los transeúntes que pasaban delante del ayuntamiento hasta que la policía local intentó disolver la concentración y los "pacifistas" perdieron los nervios. Hubo bronca y de las gordas.
- …y no se les ocurre otra cosa que gritar: “La próxima visita, será con dinamita”,… -dijo con una socarrona sonrisa-, …que brutos.
Yo sonreí respondiendo a la desdramatización que hizo del asunto, pero me quedé reflexivo, recreándome en la entereza de aquel hombre menudo que tenía enfrente.
- Todavía queda mucho por hacer -dijo levantándose y dando por concluida la conversación-.
Dos años después yo cumpliría mi “Prestación Social Sustitutoria” durante nueve meses en el ayuntamiento de Andújar.
Imagen: "El niño geopolítico observando el nacimiento de un nuevo hombre" de Salvador Dalí. 45´5 x 50 cm. 1943.

lunes, 5 de noviembre de 2007

VENTANA OESTE (VIII).

Todo es naranja.

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Para el que sabe ver todo es transitorio