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jueves, 29 de abril de 2010

VERDAD DE LA BUENA.

Corrían los primeros años veinte del siglo XX cuando Federico García Lorca recogía la siguiente cancioncilla en su libro de poemas titulado "Canciones".
"...este zin-ti-yo que tengo", dice el granaíno.

¡Ay, qué trabajo me cuesta,
quererte como te quiero!

Por tu amor me duele el aire,
el corazón
y el sombrero.

¿Quién me compraría a mí
este cintillo que tengo
y esta tristeza de hilo
blanco, para hacer pañuelos?

¡Ay, qué trabajo me cuesta
quererte como te quiero!

JAVIER RUIBAL - "Por tu amor me duele el aire". 1997.

lunes, 5 de abril de 2010

PENDONES POR PERDONES.

"Perdona a tu pueblo, Señor,...
...no estés eternamente enojado,
perdónale Señor".
Canción Tradicional.


Se dice que “el mismo pecado lleva consigo la penitencia”, por lo que no estaría de más cuestionarse la necesidad/inutilidad del perdón.
Puede ser una necesidad para quienes lo entiendan como ese oneroso e ineludible tributo que ha de satisfacerse para poder librarse de la mortificante carga de sentir “haber sacado los pies del plato”; o para los que siguen y transgreden una y otra vez los paradójicos principios de cualquier encarecido dogma; o para quienes la compasión les resulta ajena, -esa compasión que tiene más que ver con el conocimiento del otro que con la redención o la clemencia-.
Para quienes consideran el perdón como una simple herramienta para ayudar y permitir -a los demás y uno mismo-, continuar progresando en el camino del crecimiento, el perdón no se necesita más que la atención o la paciencia.
También dicen que “para el que sabe amar, todo es perdonable” por tanto, quién atesora el perdón, no ama, simplemente porque no sabe,… y eso es perdonable.
Quién ama ha perdonado primero.


Imagen: Procesión de "Nuestro Señor Resucitado" en Úbeda. 2010.
Escena: "Nueve cartas a Berta" de Basilio Martín Patino. 1966.

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Para el que sabe ver todo es transitorio