Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos. EDUARDO GALEANO.
Por mucho que las facilite, no sería acertado pensar que sólo con el dominio de ciertas habilidades sociales básicas podamos estar asegurando la buena salud de nuestras relaciones con los demás,… además, cabría pensar que no deberían resultar tan difíciles si existe buena disposición para dejar asomar mínimamente ese “mejor hacer” -del que todo dios dispone-, en el implacable ejercicio de nuestra condición de empleado, ciudadano, vecino, compañero,… pero a ver, visto el vertiginoso y soliviantador panorama, que malcontentos y vehementes transitamos a diario -y en el que serenidad, mesura y corrección son fútiles palabras-, no es extraño que cada vez más, al “más-pintao”, -en algún momento, en mayor o menor medida-, le ocurra que, de tanto roce, prenda. Y es ahí, precisamente ahí, -en ese justo momento en el que prenden las pasiones-, donde pueden estar anidando algunas de las mayores tragedias personales de las que podamos tener constancia,… algunas verdaderamente dramáticas.
CHANO LOBATO - "Soleá". 1997.
Tiro piedras por las calles y al que le dé, que perdone tengo mi cabecita loca de tantas cavilaciones. Yo voy arrancando las piedras de la calle y al que le dé, que perdone
Yo no tengo mas remedio que agachar mi cabecita y decir que lo blanco es negro y en mi cortitas oraciones decir que lo blanco es negro.
Acuérdate cuando entonces bajabas descalcita a abrirme y ahora no me conoces, vente conmigo a la retama de los olivos, te voy a querer aunque no tenga pan que comer.