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miércoles, 26 de diciembre de 2007

CHATARRA.

E. COSTELLO/A. S. VON OTTER - Broken bicycles+junk. (2001).

TOM WAITS - Broken Bicycles. (1982).

THE BEATLES - Junk. (1968).


Broken bicycles, old busted chains
Bicicletas rotas, viejas cadenas estropeadas
With rusted handlebars out in the rain.
con manillares oxidados bajo la lluvia.
Somebody must have an orphanage for
Alguien debe tener un orfanato para
all these things that nobody wants any more
todas estas cosas que nadie quiere más.
September's reminding July
Septiembre recuerda a julio
It's time to be saying goodbye.
es hora de decir ¡adiós!.
Summer is gone, but our love will remain
El verano se ha ido, pero nuestro amor permanecerá
like old broken bicycles out in the rain.
como viejas bicicletas rotas bajo la lluvia.

Motor-cars, handlebars
Coches, manillares
Bicycles for two
Bicicletas para dos
Broken-hearted Jubilee
Desolado aniversario
Parachutes, army boots
Paracaídas, botas del ejército
Sleeping bags for two
Sacos de dormir para dos
Sentimental Jamboree
campamento sensiblero
Buy, Buy
Compra, compra
Says the sign in the shop window
dice el cartel del escaparate
Why, Why
Por qué, Por qué
Says the Junk in the Yard
Dice la chatarra en el corral

Broken bicycles, don't tell my folks
Bicicletas rotas, no digais amigos,
there’s all those playing cards pinned to the spokes
allí están todas aquellas jugando a las cartas fijadas a los radios
laid down like skeletons out on the lawn.
acostadas como esqueletos sobre el césped.
The wheels won't turn when the other has gone,
Las ruedas no giraran cuando acabe el asunto,
the seasons can turn on a dime
las estaciones podrán torcerlas.
Somehow I forget every time
De algún modo, lo olvido siempre.
For all the things that you've given me
Para todas las cosas que me has dado
will always stay. they're broken,
estaré siempre. Están rotas,
but I'll never throw them away.
pero nunca las tiraré.

domingo, 23 de diciembre de 2007

DEVANEO. Dos.

Débiles alfileres de luz penetran por el entramado del tejido. Recostado sobre un paño ciego, la placentera penumbra me arropa adormecido. Unos dedos descienden para acurrucarse junto a mí y en el mayor abrazo jamás recibido, despierto cegado por la luz y la brisa suspendido en el aire.

jueves, 20 de diciembre de 2007

NATIVIDAD.

I.
Una tarde de primavera de hace unos 30 años, andaba yo inmerso en mis juegos pueriles cuando unas incontrolables ganas de calmar mi sed, me llevaron a entrar en casa en tropel, buscando con urgencia un buchito de agua. Cuando crucé la puerta descubrí sorprendido que la mayor de mis primas, que acababa de ser madre, había venido a visitarnos con el pretexto de presentarnos a su primer y -con el tiempo-, único vástago. -Casi escribo con “B” lo de “vástago” pensando en la “saludable” treintena que ahora goza el muchacho, y es que treinta años dan para mucho,… una cosa-. En fin,…
No se que noté en el ambiente que me hizo posponer la guerrilla de terrones de la que estaba participando en las zanjas de los desiertos solares de la manzana colindante. Quizá fuera que no era frecuente ver a mi prima por la casa e independientemente del motivo, no dejaba de ser una novedad su visita. Bueno, eso y que mi actividad hormonal más libidinosa me hacia verla sencillamente preciosa. Me miraba placidamente con una amplia sonrisa, dedicándome parte de la ternura con la que mimaba a su retoño, pero aunque la escena de mi prima con su bebé impregnaba el aire de quietud, se respiraba cierta expectación. Mi madre me apremiaba a volver a mis juegos en la calle, ella, que siempre andaba llamándome a grito pelado por las esquinas. Estaba claro que algo pasaba así que, me hice el remolón para averiguarlo.
Casi sin darme cuenta, mientras mi madre insistía en que desapareciera de allí, mi prima se desabotonó la blusa en un periquete diciendo:
- No te preocupes tita,.. ¡habrá cosa más natural que esto!. Y mientras lo decía, con toda la naturalidad que declaraba, ponía al descubierto uno de sus pechos, para mi sonrojo.
Aquella visión quedó grabada en la tierna retina de mis ocho años. Era la primera vez que veía algo así,… grande, asombrosamente blanca, deslumbrante, con una gran aureola oscura,… un prodigio que mi prima manejaba con la misma delicadeza que manipulaba la cabeza de la criatura.
Resultó que había llegado a casa justo en el momento en el que tocaba dar de mamar al crío y mi presencia allí parecía estar de más, -al menos para mi madre-. Fue entonces cuando ruborizado, hice mutis excusándome para beber agua y después de eso, me marché a la francesa para sumarme de nuevo a la aplazada contienda.
Aquella noche de nuevo mis sueños -como todos los de aquella época-, volvieron a poblarse de aventuras donde yo, héroe de mil batallas, me deshacía pronto de mis enemigos para volver cuanto antes al regazo de mi amada, pero esta vez las imágenes que mi mente construía de mi onírica princesa fueron bastante más explícitas.

II.
Viajé por el tiempo hasta mi mocedad donde un buen día de navidad, mi padre -después de haber estado “de tabernas”-, se presentó en casa mostrando con orgullo un cuadro que le había regalado su madre. Se trataba de una lámina dieciochesca, humildemente enmarcada, de una virgen lactante. Un rollizo niño de pelo ensortijado tomaba leche del pecho de su atenta madre que vestía una túnica de tonos verdosos. El cuadro de ajado marco, irradiaba un halo de pasmosa serenidad y en cuanto lo vi me evocó aquella escena con la que años atrás, me había deleitado mi prima.
La pudorosa moralidad de mi madre consideró aquella imagen cuanto menos irreverente y eso, unido al reproche hacia mi padre de haber llegado etílicamente desinhibido, hizo relegar el cuadro a un rincón de la salita donde casi siempre estaba oculto tras la cortina de la ventana.
En una de las siguientes mañanas en las que mi padre y yo coincidimos tomando su acostumbrado "canto con bacalao" -que tanto disfrutaba-, llegó a alcanzar desde donde estaba sentado la cortina que tapaba la polémica estampa y dejándola asomar me preguntó:
- ¿Te gusta?.
- Mucho. -dije en uno de los poquísimos momentos de complicidad que pude compartir con él-.

Imagen: "Virgen de la Leche" de José Camarón Bonanat. S.XVIII.

miércoles, 19 de diciembre de 2007

VENTANA SUR (VII).

¿Que ve quien mira absorto a la lejanía?

lunes, 17 de diciembre de 2007

NECESIDAD.

Que queréis que os diga, cuando leí "Aprendizaje o El Libro de los Placeres" (1969) de Clarice Lispector, pensé que algún día subiría aquí el párrafo que sigue. Ha llegado el momento.

"...Pero mira a todos a tu alrededor y ve lo que hemos hecho de nosotros y de eso considerando como victoria nuestra de cada día. No hemos amado por encima de todas las cosas. No hemos aceptado lo que no se entiende porque no queremos pasar por tontos. Hemos amontonado cosas y seguridades por no tenernos el uno al otro. No tenemos ninguna alegría que no haya sido catalogada. Hemos construido catedrales y nos hemos quedado del lado de afuera, pues las catedrales que nosotros mismos construimos tememos que sean trampas. No nos hemos entregado a nosotros mismos, pues eso sería el comienzo de una vida larga y la tememos. Hemos evitado caer de rodillas delante del primero de nosotros que por amor diga: tienes miedo. Hemos organizado asociaciones y clubs sonrientes donde se sirve con o sin soda. Hemos tratado de salvarnos, pero sin usar la palabra salvación para no avergonzarnos de ser inocentes. No hemos usado la palabra amor para no tener que reconocer su contextura de odio, de amor, de celos y de tantos otros opuestos. Hemos mantenido en secreto nuestra muerte para hacer posible nuestra vida. Muchos de nosotros hacen arte por no saber cómo es la otra cosa. Hemos disfrazado con falso amor nuestra indiferencia, sabiendo que nuestra indiferencia es angustia disfrazada. Hemos disfrazado con el pequeño miedo el gran miedo mayor y por eso nunca hablamos de lo que realmente importa. Hablar de lo que realmente importa es considerado una indiscreción. No hemos adorado por tener la sensata mezquindad de acordarnos a tiempo de los falsos dioses. No hemos sido puros e ingenuos para no reírnos de nosotros mismos y para que al fin del día podamos decir 'al menos no fui tonto' y así no quedarnos perplejos antes de apagar la luz. Hemos sonreído en público de lo que no sonreiríamos cuando nos quedásemos solos. Hemos llamado debilidad a nuestro candor. Nos hemos temido uno al otro, por encima de todo. Y todo eso lo consideramos victoria nuestra de cada día. Pero yo escapé de eso, escapé con la ferocidad que se escapa de la peste, y esperaré hasta que tú estés más preparada."

Perdón por el "cortapega", pero todo es necesario. Si no conocéis a esta autora, os recomiendo encarecidamente su lectura.
Por cierto, ¿llegasteis a leer la entrada titulada "Picnic Urbano" que subí en agosto del año pasado?. Entonces, aún no habia leido a la Lispector y creo que -al menos en su última parte-, ambos escritos comparten el mismo sentimiento. Os lo invito a leer.

sábado, 15 de diciembre de 2007

DÉjÀ VU.

Este verano realice mi primer viaje en avión.
Una vez controlado el nerviosismo del despegue, me abandoné al espectáculo que me ofrecía la diminuta ventanilla de la aeronave: Pueblos al cobijo de los montes conectados entre si a través de las sinuosas trayectorias de carreteras y ríos; bosques incompletos despojados de su espesor, heridos por explotaciones y prospecciones y asediados por monótonos monocultivos; costas con su perfil hilvanado por blancas líneas discontinuas entre la tierra y el mar en las que se reconocían sus playas.
Todo un mar de contrastes repleto de islas de vegetación, aglomeraciones de viviendas y balsas de agua; un tapiz multicolor tejido con los caminos, los sembrados, los tendidos eléctricos y las sombras de las nubes; un enorme mosaico de incrustaciones verdes, amarillas, ocres, rojizas,… envuelto en un gran azul donde divertido, jugaba el sol reflejándose por doquier aprovechando la mas mínima oportunidad.
Sobrevolar las nubes, ¡el mundo al revés!: surcaban el aire al lado del aparato con sus caprichosas formas (no, ninguna semejaba un delfín), pareciendo atender a alguna llamada inaudible para confluir en un lugar convenido donde liberarse de su peso. -Resultó inevitable pensar que podías viajar sobre ellas-. Sobre el mar, se ordenaban como huestes amenazantes preparadas para descargar en la tierra las largas lanzas que parecían portar. Sonreí al imaginarme que en cualquier momento podían llover “chuzos de punta”.
Fue un vuelo corto pero suficiente como para bajarme del avión con la extraña sensación de haber volado antes.

Es fácil percatarse de todo si alcanzas a tener una perspectiva más alta de las cosas que te permita verlas de una manera global. Todo empequeñece sin perder su identidad para permitirte vislumbrar que lugar ocupas en ese preciso momento y si apuras, advertir el lugar que ocuparás u ocuparías dependiendo del lugar que ocupa lo demás. (Uy, esto último es un poco trabalenguas).

viernes, 14 de diciembre de 2007

DEVANEO. Uno.

Ayer miré al futuro y pude ver como escribía esto sobre ayer.

viernes, 30 de noviembre de 2007

COMPÁS DE ESPERA.

Me tomaré un tiempo antes de seguir. No será mucho. Seguro.
Vuelvo para las vacaciones de Navidad y es muy probable que para entonces haya llevado al papel alguna historia. Mientras, os dejo con algunos recortes de película.
Durante este tiempo procuraré ver la vida como un simple espectador y tratar de -de todas, todas-, no olvidarme de respirar.
Gracias por vuestra lectura y confío en que excuséis esta ausencia que ahora prorrogo.
Es mi deseo que consigáis permanecer atentos a todo cuanto suceda.
Nos leemos.



"Big fish" de Tim Burton. 2003.


"American Beauty" de Sam Mendes. 1999.


"Hierro 3" de Kim Ki-Duk. 2004.


"La buena estrella" de Ricardo Franco. 1997.


"Los puentes de Madison" de Clint Eastwood. 1995.

domingo, 25 de noviembre de 2007

DE AQUÍ PARA ALLÁ.

ESCLARECIDOS – Arriba y abajo. 1994.

Otro día estuve abajo
y realmente no es tan malo
Un fulano hablaba sin parar
y yo miraba hacia otro lado.
Mi cabeza daba vueltas,
yo quería contar algo
No hacía frío ni calor
y el aire sabía extraño.

No sé muy bien
que es ser feliz
ni me preocupa demasiado,
pero cuando estuve cerca
tu estabas a mi lado

Otro día estuve arriba
y realmente no es tan bueno,
yo quería contar algo
y no había nadie junto a mí.

No sé muy bien...

Se reían sin yo saber de qué
y bailaban en silencio.
Yo quería contar algo
y no había nadie junto a mí

No sé muy bien...

lunes, 19 de noviembre de 2007

TENGO RATOS.


Es solo que tengo ratos.

A veces resulta complicado
estar, no estando contigo o
no estar, estando contigo.

Pero hay un momento para todo
y es fácil estar contigo,
aunque lo difícil sea estar.

jueves, 15 de noviembre de 2007

A CADA UNO LA SUYA.

Todo el mundo tiene razón. Su razón.
Hablamos -actuamos-, conforme a nuestra personal manera de ver las cosas y en ocasiones, resulta complicadísimo encontrar un punto común donde armonicen las distintas lecturas que podamos hacer de lo mismo.
Observo en muchas conversaciones como la opinión de personas que utilizan la palabra como principal herramienta para realizar su trabajo, está condicionada por sus convicciones o creencias y a veces, el vacío que queda entre lo que uno y otro dice es tan grande, que se hace necesario un estimulo externo que enriquezca ese inflexible discurso que a veces utilizamos y pueda obrar el milagro de la comunicación. Sería estupendo poder encontrar siempre esa palabra, ese gesto que sirva para crear un lugar de encuentro entre la gente, esa armonía necesaria para poder construir algo.
Llevo un tiempo siguiendo la serie de Los Soprano -esto de Internet es la “pera limonera”-, y hace unos días, me llamó la atención como, justo al final de un episodio, uno de sus personajes canta “Cuore ingrato”. Mientras los demás escuchan, la canción va mutando para darnos idea de la universalidad de los sentimientos y me hizo pensar que son precisamente los gestos que nacen del corazón los que posibilitan nuestra comunicación.
Resultaría emocionante -amén de productivo-, poder encontrar la palabra oportuna que represente esa música de necesaria audición que nos trasporte a ese lugar de encuentro cuando la comunicación a nuestro alrededor se está malogrando. Muchas veces deberíamos hablar pensando en hacer música más que en intercambiar palabras.

sábado, 10 de noviembre de 2007

GENTE COMPROMETIDA.

Allá por 1994 compartí un pequeñísimo pisito con dos chicos de la provincia además de Clemente, un salmantino mayor que nosotros que aún teniendo la carrera de magisterio terminada, se desplazó a nuestra provincia para especializarse en Educación Física -creo-.
Clemente era de lo más interesante de aquella exigua vivienda. Lo que más destacaba en él era su educado acento castellano que hacía acompañar de una inagotable sonrisa. Era delgado y menudo, de carácter afable y de una franqueza poco acostumbrada por aquellos pagos. Era un tipo sencillo, campechano, un hombre de pueblo -de aldea mejor dicho-, que dejaba ver enseguida la humildad que gastaba. Fue objetor de conciencia en la peor época para serlo y su militancia en la “insumisión” le acarreó pasar ocho meses de su vida en la cárcel. Recuerdo la emoción que sentí cuando nos leyó el discurso que preparó para su juicio y que no tuvo oportunidad de leer ante el tribunal que lo juzgaba. Todo un alegato a la paz y el sentido común.
Su compromiso con sus ideales antibelicistas le llevó a contactar con la plataforma que operaba en la capital dedicada a promover la objeción de conciencia. Su experiencia como “insumiso” enseguida sirvió para que fuera considerado como una persona comprometida. Su opinión llegó a tener bastante relevancia y desde el primer día sugirió actividades y movilizaciones para dar a conocer la causa por la que trabajaban.
Una mañana salió de casa comentando que iba a acompañar al grupo para realizar una sentada a las puertas del ayuntamiento e informar a los ciudadanos de lo que representaba la desobediencia civil. Cuando volvió aquella tarde, enseguida noté algo en su rostro que no cuadraba con él: no sonreía. Esperé prudentemente antes de preguntar como le había ido pero su comentario de “¡…qué brutos!”, despertó mi curiosidad:
- ¿Que ha pasado?
Me explicó que en principio todo fue bien, la mañana transcurría cordialmente informando a los transeúntes que pasaban delante del ayuntamiento hasta que la policía local intentó disolver la concentración y los "pacifistas" perdieron los nervios. Hubo bronca y de las gordas.
- …y no se les ocurre otra cosa que gritar: “La próxima visita, será con dinamita”,… -dijo con una socarrona sonrisa-, …que brutos.
Yo sonreí respondiendo a la desdramatización que hizo del asunto, pero me quedé reflexivo, recreándome en la entereza de aquel hombre menudo que tenía enfrente.
- Todavía queda mucho por hacer -dijo levantándose y dando por concluida la conversación-.
Dos años después yo cumpliría mi “Prestación Social Sustitutoria” durante nueve meses en el ayuntamiento de Andújar.
Imagen: "El niño geopolítico observando el nacimiento de un nuevo hombre" de Salvador Dalí. 45´5 x 50 cm. 1943.

lunes, 5 de noviembre de 2007

VENTANA OESTE (VIII).

Todo es naranja.

miércoles, 31 de octubre de 2007

OCEANO DE PREGUNTAS.

Existen numerosas adaptaciones de este tema de Irving Berlin, desde las interpretaciones de los grandes maestros (John Coltrane o Charlie Parker) hasta las de los jazzmen más actuales (Joshua Redman, Keith Jarrett, Anthony Braxton…), muchas versiones de saxofonistas (Ben Webster, Coleman Hawkins, Lee Konitz,…), vocalistas (Frank Sinatra, Ella Fitzgerald, Julie London, Diana Krall,…), guitarristas (Joe Pass,…),… en fin, para que seguir.
Sirvan estas dos versiones para conocer “How deep is the ocean?”, un autentico standar de jazz. Dos lecturas diferentes interpretadas por Chet Baker, trompetista de vida azarosa y voz delicada que invitan a la tranquilidad y sosiego, en la primera con su dulce voz de "niño bueno" -nada mas lejos de la realidad, por lo visto- y en la segunda con su característica trompeta con la que pareciera sembrar el aire de flores.

Chet Baker (tp, v), Paul Desmond (as), Kenny Barron (p), Ron Carter (b), Tony Williams (d). (1977).

Chet Baker (tp), Phil Markowitz (p), Jean-François Jenny Clarke (b), Jeff Brillinger (d). (1978).

How much do I love you?, I'll tell you no lie.
¿Cuánto te amo?, no te mentiré.
How deep is the ocean?
¿Cómo de profundo es el océano?
How high is the sky?
¿Cómo de alto es el cielo?

How many times a day do I think of you?
¿Cuántas veces al día pienso en ti?
How many roses are sprinkled with dew?
¿Cuántas rosas son salpicadas de rocío?

How far would I travel to be where you are?
¿Hasta donde viajaría para estar donde tú estas?
How far is the journey from here to a star?
¿Cuán largo es el viaje desde aquí a una estrella?

And if I ever lost you, how much would I cry?
Y si alguna vez te perdiera, ¿cuánto gritaría?
How deep is the ocean?
¿Cómo de profundo es el océano?
How high is the sky?
¿Cómo de alto es el cielo?

jueves, 25 de octubre de 2007

EL LEGADO.

Cierta vez, al pasar por un edificio en construcción pude oír un gran estruendo que culminó con el grito de uno de los obreros ensuciando la memoria de su progenitor.
- …¡¡Me caaago en mi padre!!
A saber que circunstancia pudo inducir al propietario de aquella crispada voz a lamentarse de semejante manera. A saber si el estropicio que se adivinaba en aquel jaleo justificaba tan irreverente expresión. A saber porqué y para qué la gente dice o hace, lo que dice o hace.
Mi padre trabajó en el campo desde su más corta infancia y disfrutó de escasas oportunidades para escapar de esa vida, circunstancias que no favorecieron que adquiriera suficientes habilidades como para que pudiera expresar con claridad todo lo que pensaba o sentía -que sé que era mucho-.
Forjado en la parquedad de una comunicación poco estimulante y la rudeza de las actividades agrícolas, murió analfabeto -el día de mi cumpleaños (tócate los huevos)-, solo sabía sumar y plasmar la firma que aprendió en las pocas ocasiones que tuvo de asir un lápiz. Recuerdo como aprovechaba cualquier papelito para practicar los escasos números y las letras que conocía, sumaba los jornales que realizaba en cada uno de los meses de las campañas temporeras o estampaba su nombre y primer apellido utilizando aquellas convencionales letras góticas que ensayaba una y otra vez.
- “Aplícate,… -me decía mientras se afanaba trabajosamente en la escritura-,… ya estás viendo”.
Era un hombre de pocas palabras y no porque no tuviera nada que decir -ya digo, lo que enseñaba requería atender precisamente a lo que no decía-. Sus habilidades para relacionarse con nosotros -sus hijos- eran de lo más rudimentarias pero aunque era rudo, fue una persona muy sensible. Cada vez que me notaba que las cosas no iban del todo bien, me exhortaba lo que atesoro como uno de sus mejores consejos:
- “Si hace falta, cágate en tu padre”.
Me lo decía así, sin más, sin entrar en diálogo alguno, invitándome al ánimo, regalándome lo mejor de su sabiduría en esa especie de kōan de andar por casa.

Cada vez que oigo a alguien inmerso en una situación complicada cagarse en su padre, me pregunto si cuenta con su permiso. Yo sí cuento con el beneplácito de mi padre para utilizar su memoria de la manera que él mismo me indicó, así que cuando lo que toque vivir lo requiera, estoy perfectamente capacitado para, si hace falta, cagarme en mi padre.

viernes, 19 de octubre de 2007

VIDA INTERIOR.

"Los hombres que tienen una tempestuosa vida interior y no tratan de desahogarse con los razonamientos o con la escritura, son sencillamente hombres que no tienen una tempestuosa vida interior.
Dale una compañía al solitario y hablará más que nadie".

Releyendo a Cesare Pavese en su "El oficio de vivir" aparece esta anotación fechada el 19 de setiembre 1938 y... bueno, me ha apetecido compartirla.

martes, 16 de octubre de 2007

GRATITUD.

NICK CAVE - Into my arms. 1997.
A veces, cuando voy a la cama -no sé muy bien en que estado-, me viene a la memoria la manera con la que mi hermana pedía a mi madre que le deseara buenas noches.
- Mama, dime que no sueñe cosas malas.
- No sueñes cosas malas, hija… reza.
Seguro que mi hermana seguía las indicaciones de mi madre, pero el caso es que, yo también.
Luego vendrían noches en las que -ya lejos de mi infancia y después de atravesar la necesaria época de escepticismo hacia todo enraizado dogma, por la que todos nos paseamos en algún momento-, de vez en cuando me sorprendía recitando mentalmente aquellas oraciones que aprendí de chico.
A estas alturas de la vida, pienso que -no sé si añadir aquí un “pese a todo”-, hay que sentirse agradecido de cualquier cosa que vivamos, y por eso me gusta apoyarme en la lectura o la música para materializar esa oración sin formula, sin destinatario y que sin duda nos ayuda a estar en comunión con la vida.
I don't believe in an interventionist God
Yo no creo en un Dios intervencionista
but I know, darling, that you do.
aunque sé, cariño, que tu lo haces.
But if I did I would kneel down and ask Him
Pero si lo hiciera, me arrodillaría y le pediría
not to intervene when it came to you
que no interviniera en lo concerniente a ti,
not to touch a hair on your head,
que no tocara un pelo de la cabeza,
to leave you as you are.
que te dejara tal como eres.
And if He felt He had to direct you
Y si sintiera que tiene que dirigirte,
then direct you into my arms.
entonces que te dirigiera a mis brazos.

Into my arms, O Lord
A mis brazos, oh Señor.
Into my arms, O Lord
A mis brazos, oh Señor.
Into my arms, O Lord
A mis brazos, oh Señor.
Into my arms
A mis brazos.

And I don't believe in the existence of angels
Y yo no creo en la existencia de los ángeles,
but looking at you I wonder if that's true.
aunque mirándote me pregunto si eso es verdad.
But if I did I would summon them together
Pero si lo hiciera, los convocaría a todos
and ask them to watch over you,
y les pediría que velaran por ti,
to each burn a candle for you
que cada uno encendiera una vela para ti
to make bright and clear your path
para hacer brillante y claro tu camino
and to walk, like Christ, in grace and love
y para caminar, como Cristo, en gracia y amor
And guide you into my arms.
Y te guiaran a mis brazos.

Into my arms, O Lord
A mis brazos, oh Señor.
Into my arms, O Lord
A mis brazos, oh Señor.
Into my arms, O Lord
A mis brazos, oh Señor.
Into my arms
A mis brazos.

And I believe in Love
Pero yo creo en el amor
and I know that you do too.
y sé que tú lo haces también.
And I believe in some kind of path
Y creo en alguna clase de camino
that we can walk down, me and you .
que podamos recorrer tu y yo.
So keep your candlew burning
Así que mantened vuestras velas encendidas
and make her journey bright and pure.
y haced su jornada brillante y pura.
That she will keep returning
Que ella siga volviendo
always and evermore.
siempre y para siempre.

Into my arms, O Lord
A mis brazos, oh Señor.
Into my arms, O Lord
A mis brazos, oh Señor.
Into my arms, O Lord
A mis brazos, oh Señor.
Into my arms
A mis brazos.

viernes, 12 de octubre de 2007

SUPERVIVENCIA.

Basta ver diferente a alguien para despertar la curiosidad de “la bestia que llevamos dentro”, ese vestigio de existencias pasadas de cuando la supervivencia consistía en que no se te comiera cualquier depredador o que las condiciones meteorológicas no acabaran contigo, esa parte de nosotros que carece de discernimiento,... de refinamiento o de cualquier “…ento” que permita manifestar la mas ínfima pizca de compasión hacia nada ni nadie. Pero lo peor, es que esa bestia nuestra, no es curiosa para encontrar coincidencias con el otro -como si se mirara en un espejo-, sino que lo es precisamente, para acentuar las diferencias que intuye, con el fin de mantenerse en la existencia de su propia naturaleza. Y peor aún,... cuando la diferencia en el otro se percibe como una debilidad, se tiende a acabar arrollando al “diferente” de manera inexorable.
Antes lo mío que lo de nadie.

Hace poco una madre me contaba como su hija que sufre fisura palatina y a la que acaban de poner un par de audífonos, era motivo de burla en el colegio. Los demás niños se mofaban de su dificultad de dicción y pese a seguir mis indicaciones para arreglar el asunto con la mediación de los profesores, ella puso solución como supo. Al cabo de los días cuando volví a ver a la susodicha, me dijo que todo estaba bien,… se acercó a los niños que acosaban a su hija y les dijo:
- Como me entere que os metéis con mi hija, os cojo de los pelos y os lo arranco. ...y hasta ahora.
Ya digo, es la regla natural, puestos a ser diferentes, antes lo mío que lo tuyo.
Escena: "Bienvenidos a la casa e muñecas" de Todd Solondz. 1995.

sábado, 6 de octubre de 2007

DESVELO.

Me acuesto pronto para soñarte.
Apareces en un instante, -en realidad no te has ido-.
Irrumpe en mis sábanas la íntima luz de tu tez blanca,
ráfaga que ilumina la roja senda hacia tus labios.
Bebo la vida en cada beso.
Vivo tu aliento en cada sorbo.
Tocas mis ojos para desnudar bajo la almohada,
el juego cálido de tus manos enredadas en las mías.
Tu pelo encendido prende el deseo y todo es fuego.
Arden mis dedos al dibujar tu tibia piel soñada,
la carne estremecida se derrite en nuestras lenguas.
Sonrisas diablean fundidas en alianza,
destellan gemidos en cada caricia
-cualquier roce es un incendio-.
El mimo de la palabra en carne viva
arrulla mi razón incinerada,
cegado en tu vehemente secreto.
La humedad no nos apaga.
Mi cuerpo es el tuyo
en el que vierto mi alma.

Sólo cuando ya
solo eres noche,
el humo negro de la vigilia
te diluye en la escarcha de mi frente.

miércoles, 3 de octubre de 2007

VENTANA OESTE (VII).

Llueve para darme al corazón que todo está en su sitio.

viernes, 28 de septiembre de 2007

EL ATROPELLO.

(Viene de...) Habitábamos la casa un grupo de siete niños -tres hermanos payos, tres hermanas calés y una niñita de color de apenas año y medio-, y dos educadores. Estaba estipulado que fuéramos de distinto género para supuestamente, desempeñar los roles que un hombre y una mujer ejercen en una familia típica (!).
Para poder dar abasto a todo lo que se debía hacer, nos organizábamos de manera que los niños, participaran por turnos y en la medida de sus posibilidades en las tareas de la casa, lo que en numerosas ocasiones provocaba la insurrección de los más rezongones. Cada uno de ellos era un mundo, la estrecha convivencia que manteníamos daba oportunidad a indagar en su personalidad y no pasaría mucho tiempo cuando ya sabíamos “de que pie cojeaba” cada uno. Los días pasaban acumulando cansancio y vivencias nuevas, sobre todo con la pequeña que requería casi toda nuestra atención.
Lola era la mediana de las tres hermanas, una niña que a sus trece años se debatía entre el deleite de saberse integrante de aquella ficticia familia y la desdicha que le suponía haber nacido en un hogar donde nadie se ocupó nunca de ella. Poseía un implacable sentido de la justicia lo que le hacia comportarse como el ser mas irracional del mundo o tener los gestos mas tiernos y altruistas que jamás halla visto en una niña de su edad, todo ello para una misma cosa, demandar cariño. Era fácil que entre ella y la pequeña, en aquel año, se me despertara un extraño sentido de la paternidad.
Siempre mantuve buena relación con Lola, hasta que la sucesión de un par de incidentes me apartaron de ella irremediablemente. El primer desencuentro vino raíz de mi intervención en una disputa que ella mantenía con otro niño de la casa. Cuando llegué a la escena de la trifulca, Lola mantenía una actitud amenazante con el otro niño. No atendía a razones y mi presencia solo sirvió para avivar su violencia. Sin llegar a conocer en profundidad los motivos que la habían llevado a esa situación y con la cabeza totalmente embotada por el estrés -ese estado de angustia que constriñe el alma y precipita tus actos-, resolví la situación de la peor y más pronta de las maneras, le pegué. Desde entonces, la niña se mostraba distante y esquiva y entre que me evitaba sin dar oportunidad a mantener un mínimo dialogo y la dinámica de la casa que no ayudaba a encontrar el momento necesario para hacerlo, iban pasando los días. El final de curso académico se acercaba -el plazo que me había marcado para marcharme de la casa-, y por más que lo intentaba, no conseguía recobrar su confianza.
Ya habían pasado casi dos semanas y las cosas se calmaron lo suficiente como para conseguir que la niña accediera a acompañarme junto con otros compañeros al centro comercial de la comarca para realizar una compra semanal -era lo más parecido a una excursión que podíamos ofrecerles-. Hubiera sido el marco ideal para acercarme del todo a ella pero -lo que es la vida-, ese viaje sirvió para perder su confianza definitivamente ya que mientras conducía hacia el hipermercado, ocurriría un inesperado suceso que trascendería en mi relación con la niña. Sería el segundo y definitivo desencuentro que tuve con ella.
La carretera estaba muy transitada y aunque dentro del habitáculo del coche había un ambiente distendido, iba atento a la conducción. Con las lunas de las ventanillas del vehículo bajadas, los coches que venían en sentido contrario dejaban al cruzarse su estela de viento y ruido,... al salir de una curva, sin que nadie pudiera esperarlo, un perrito que trotaba asustado en el arcén, miraba de un lado a otro sin saber donde estaba, de pronto, viró bruscamente y aterrado se paró en medio de la calzada, en nuestro carril, a una decena de metros,... Solo tuve un instante para variar levemente la trayectoria del coche, pero viendo que el atropello era inevitable, sujeté con fuerza el volante -gesto con el que sin duda se quedó Lola-, para evitar un accidente.
- ¡El perrillooo!,… ¡Que lo pillaaas!... -gritó Lola al tiempo que sobrevenía el atropello-.
Por un momento pensé que siendo tan pequeño pasaría por debajo del vehículo sin sufrir daño, pero por el retrovisor pude ver como aquel desdichado chucho rodaba sobre la calzada con los cuartos extendidos, señal inequívoca de que había muerto descoyuntado.
- ¡¡Lo has pillaooo,…!! -exclamó sin dar crédito a lo que acababa de ocurrir-… ¡¡lo has mataoo, lo has mataoo!! -gritaba mientras miraba horrorizada hacia atrás a través de la luna trasera del coche-.
De nada sirvió tratar de hacerle entender que hubiese antepuesto la seguridad de los que viajábamos a la vida de aquel incauto perro, de que no pude hacer más de lo que hice.
El curso acabó, teniéndome que marchar y la despedida de Lola no tuvo la calidez que hubiese deseado. Aquel año no solo atropellé a aquel perrito.

jueves, 27 de septiembre de 2007

EL ATROPELLO. (Intro).

Hace ya más de una década, cuando la gestión política de la Diputación Provincial consideró que no era rentable mantener abiertos sus Centros de Acogida, entré en un periodo de desempleo que se alargó más de lo que pensaba. Estaba claro que había que “buscarse las habichuelas” por otro lado. Llegado el momento me “agarraría a un clavo ardiendo” con tal de salir del pueblo, donde el riesgo de quedar atrapado en “El Jorge”, la taberna de cuya parroquia formo parte, era más que considerable. Fue entonces cuando llegué a Úbeda aceptando el ofrecimiento de Paco -amigo y compañero de trabajo-, para que dispusiera de una habitación en su casa mientras encontraba un empleo. Vivir de prestado no era algo que me gustara, pero tan generosa oferta era el “clavo ardiendo” que necesitaba.
Poco tiempo llevaba instalado en casa del amigo cuando supe de la existencia de una ONG que trabajaba en la comarca con niños en situación de acogimiento. No dudé en mandar mi currículo y por suerte, a la semana siguiente me llamaron para hacer una entrevista. Más tarde me ofrecieron el trabajo que consistía en hacerse cargo de un heterogéneo grupo de niños acogidos de manera casi permanente, encargarse de realizar las compras y la comida además de hacer la limpieza de la casa y todo eso sin descuidar la trayectoria sanitaria y académica de los susodichos. Eso se resumía en trabajar como “voluntario” veinticuatro horas al día, siete días a la semana a cambio de 14.000 duros y un fin de semana libre al mes. (sic). Acepté, claro. (Continúa en...).

jueves, 20 de septiembre de 2007

100 CORAZONES.

Ya plasmé mi deseo de compartir algo de esas noches de jazz que tanto disfruto, por lo que intentaré subir de vez en cuando alguna que otra pieza de este género -de esas que crean afición-.
Antes de recrear en papel alguna otra historia del pasado, quiero dar un descanso a mis musas y dejar aquí algo de la música de -por ejemplo-, Michel Petrucciani, un pianista menudo, frágil, efímero, que con manos vertiginosas colma esta pieza -100 hearts- de notas diminutas de brillantes colores que revolotean en el aire como una nube de papelitos
¿No os parece?... -Esperad a partir del séptimo minuto,… ¡Mágico!-.

Michel Petrucciani (p)

lunes, 17 de septiembre de 2007

CASUALIDAD VS CAUSALIDAD

Acerqué mis labios a tus manos y tu piel tenia la suavidad de los sueños.
Algo semejante a la eternidad rozó un instante mis labios.
Antonio Gamoneda.

A veces tengo la sensación de que lo que vives ya ha sido escrito por otras manos, en alguna otra parte, en algún otro tiempo.
El descubrimiento de estos versos de Antonio Gamoneda* esta misma tarde, me ha provocado un sentimiento nuevo para el que no tengo nombre. De pronto todo es uno y nada existe.

* "Antología poética. De Cecilia, 2000-2004".

sábado, 15 de septiembre de 2007

CIRCUNSTANCIAS.

Yo soy yo y mis circunstancias.

Acuñando su célebre frase, Ortega y Gasset establecía una dualidad entre nosotros y todo lo que interrelaciona con nosotros, nuestras circunstancias, todo aquello que de alguna manera nos hace percibir la vida.
Aparte de nuestro nacimiento, son nuestras sensaciones, sentimientos, pensamientos, experiencias,... lo que nos hace sentir que estamos vivos, pero en esa vida que sentimos, ideamos, experimentamos,... juega un papel importante las decisiones que tomamos por el simple hecho de ser uno mismo y no otro el que vive.
Nos vemos obligados a diario a decidir la mejor manera de llevar nuestra vida, lo que conlleva un aprendizaje continuo. Y aprender (que no es mas que cambiar, coger algo para luego soltarlo -o no-), no es una tarea tan difícil, lo hacemos constantemente, no solo tomando conciencia de cómo, donde o cuando hemos nacido, sino reconociendo las sensaciones que nos estimulan para mantenernos vivos, aceptando la manera en que los sentimientos condicionan nuestro comportamiento, experimentando nuevas sensaciones que nos sitúan dentro de todo eso que nos rodea y de lo que formamos parte, tomando nuevas perspectivas, haciendo nuevas lecturas de lo que somos, adaptando nuestro pensamiento para sobrevivir a los avatares,.. experimentando el cambio continuo que significa la vida.
Parece que ella se encarga de enseñarnos, solo hay que relajarse y leerla.

Hay una secuencia en el cine de Manuel Summers con la que quiero ilustrar todo esto que digo. En “Del rosa al amarillo” se puede ver claramente la lectura de la vida que hizo este director cuando rodó su película. Una maravilla.

martes, 11 de septiembre de 2007

TÓCATE LOS HUEVOS.

En las innumerables incursiones que hago a los pueblos donde realizo mi trabajo, -allí donde el tiempo es otro-, no faltan las obras, ni sus obreros y por su puesto, las calles que no conducen a ningún sitio.
Una de estas mañanas visité uno de estos pueblos para responder a una cita concertada con mi compañera. Una vez acabada la tarea, subí al coche para salir de aquel pueblito -no diré cual por no ofender el orgullo patrio de nadie-. Me encaminé por el que creí el trayecto mas corto para salir de allí, tomando la dirección hacia la carretera que me devolvería al pueblo donde tengo el despacho. Creyendo que encontraría enseguida el camino, la decisión de girar a la izquierda en una encrucijada de angostas calles me llevo a toparme de bruces con la escena de una obra con unos relajados obreros que acostumbrados al poco tránsito de gentes y vehículos, habían invadido la calzada con un montón de arena, una hormigonera y un bidón de agua, dejando un paso tan estrecho que resultaba imposible franquearlo.
Los susodichos ni se inmutaron al verme e hicieron caso omiso a la dificultad que pudiera estar teniendo para pasar. Se suponía que de haber sido una obra en la que se necesitara cortar la calle, habría existido una mínima señalización para evitar el tráfico pero no, solo se trataba de la desorganizada obra de una vivienda del pueblo. Viendo que aquellos indolentes obreros no daban muestras de hacerse cargo de facilitarme la tarea, fui yo el que tomó la iniciativa bajándome del coche para intentar conseguir la ayuda que necesitaba para salir de allí.
- La calle no está cortada, ¿verdad? -pregunté al albañil que me pareció más accesible, confiando en que se percatara de la situación-.
- No,... puede pasar.
- Pero,… si no quepo,.. si pudiéramos apartar la hormigonera... -dije al relajado albañil ofreciéndole lo que creí la solución mas viable-.
- Es que la acabamos de cargar... -sentenció dándome a entender que no seria posible moverla-.
- ¿Entonces...? -dije obligándole a participar en la búsqueda de una alternativa-.
- Si quiere,… podría apartar el bidón…
- Hombre,… -digo dejando caer la cabeza sobre un lado y encogiendo levemente los hombros como asintiendo-.
Pero para mi sorpresa no había acabado la frase.
- …pero está lleno de agua y pesa mucho -concluyó parsimoniosamente-.
- Vamos,… que tampoco se puede apartar.
Parcamente el individuo me contestó encogiéndose de hombros.
- Pues no me queda otra que dar la vuelta,… -digo-.
- Hombre,… -dijo empleando el mismo gesto que yo había tenido un momento antes-
Viendo que el dialogo con aquel tipo no llevaría a ningún sitio zanjé la conversación.
- No se preocupe... -dije tratando de que no sonara a sarcasmo-, intentaré dar la vuelta aquí mismo.
Y allí mismo -mientras me acordaba de lo que suele decir mi amigo “joserramon” en estos casos-, me las vi negras para dar la vuelta con la dificultad añadida de tener a un lado aparcados los que imaginé serían los coches de los obreros. Haber pedido que movieran alguno para facilitarme la labor, hubiera sido salir de Escila para dar en Caribdis, así que después de numerosas maniobras pude deshacer el camino para encontrar la carretera que andaba buscando.
Lo que digo, -como dice “joserramon” al perder la esperanza de que algo -o alguien- muestre el más mínimo resquicio de poder cambiar-,… tócate los huevos.

sábado, 8 de septiembre de 2007

DE VEZ EN CUANDO.

JOAN MANUEL SERRAT - De vez en cuando la vida. 1983.
Este fin de semana no encuentro el mejor momento para escribir, para contar algo quiero decir, para subir alguna historia construida a consta de alguna anécdota, algún detalle, algún sentimiento,… cuando consigo iniciar un párrafo acabo viajando a través de un universo de palabras que me hacen ir de un tema a otro,… paro y descubro una sonrisa prendida en no sé si el corazón o el alma,… entonces escucho música.
Ahora vienen a verme,… asistiré al recital del saxofonista Jorge Pardo de esta noche, me pondré la ropa que me hace sentir cómodo y no me olvido de llevarme prendida la sonrisa.

De vez en cuando la vida
nos besa en la boca
y a colores se despliega
como un atlas,
nos pasea por las calles
en volandas
y nos sentimos en buenas manos;
se hace de nuestra medida,
toma nuestro paso
y saca un conejo de la vieja chistera
y uno es feliz como el niño
cuando sale de la escuela.

De vez en cuando la vida
toma conmigo café
y está tan bonita que
da gusto verla.
Se suelta el pelo y me invita
a salir con ella a escena.

De vez en cuando la vida
se nos brinda en cueros
y nos regala un sueño
tan escurridizo
que hay que andarlo de puntillas
por no romper el hechizo.
De vez en cuando la vida
afina con el pincel:
se nos eriza la piel
y faltan palabras
para nombrar lo que ofrece
a los que saben usarla.

De vez en cuando la vida
nos gasta una broma
y nos despertamos
sin saber qué pasa,
chupando un palo sentados
sobre una calabaza.

martes, 4 de septiembre de 2007

VENTANA OESTE. (VI).

Me asomo a la ventana, en el umbral soleado siento un escalofrío.
Segundos después cambia la luz. Miro al cielo y veo como una nube tapa el sol.
De pronto, todo parece anunciar el fin del verano.

jueves, 30 de agosto de 2007

EL AÑO DE LAS ABUBILLAS.

Este ha sido un año donde he avistado infinidad de abubillas.
Siempre las he visto desde el coche, cruzándoseme de parte a parte justo delante del parabrisas, acompañándome durante un tramo a mi misma velocidad, parada en algún arbusto o hito de la carretera, sobrevolando un campo de amapolas -¿habrá cosa más bonita?… por verla, hasta la he visto aplastada en el asfalto con una de sus alas levantadas, como si quisiera que reconociera su cuerpo inerte.
Puede que se trate de alguna herencia ancestral o simplemente de una manía, el caso es que su avistamiento siempre me hará sentir que todo está bien.

domingo, 26 de agosto de 2007

EMBOSCADA.

"...fumo, sueño recostado en el sillón.
Me duele vivir como una postura incómoda.
Debe de haber islas allá hacia el sur de las cosas
donde vivir sea algo mas suave,
donde vivir cueste menos al pensamiento
y donde uno pueda cerrar los ojos y adormecer al sol..."
Fernando Pessoa.

Haciendo oídos sordos a las advertencias de mi cada vez más admitida misantropía y para dar una oportunidad a no-se-todavía-muy-bien-qué, a veces me dejo llevar por la prisa de los demás -ritmos frenéticos para ir a ningún lado-, hasta que sobreviene la tensión -la resistencia propia y ajena para aceptar el devenir mero- y luego, el desencuentro.
Compruebo como los mismos corazones desprendidos que se abren de par en par ante el más ínfimo estímulo son también corazones blindados, inexpugnables, que atesoran una verdad adulterada, convenida para evitar cualquier mínima concesión.
Entiendo que somos complejos -somos lo que vivimos, dicen-, aunque todavía me espanto de lo inextinguible de la condición humana. Trato de ver mas allá de lo que hay detrás de un simple gesto, una palabra y exploro que parte de espontaneidad hay en la desconsideración, me gusta descubrir candidez en la ignorancia, reconocer como habilidad la manipulación y percibir en la introversión el imperioso descanso de quién necesita evitar el desgaste y la decepción. Me aterra admitir que lo que no me gusta de los demás me es propio.
Estamos forzados a mantener el mutismo de nuestras emociones, de nuestras necesidades, de nuestros sentimientos, -la parte más vulnerable de nuestro ser-, a no mostrar nada que pueda pasar por debilidad. Escondemos los límites que nosotros mismos nos imponemos para evitar que la inconsciencia del otro pueda dañarnos. Estamos obligados a andar de puntillas en lo que al corazón se refiere creyendo que lo contrario sería un verdadero suicidio.
Ahora mismo respiro hondo porque que todo es más simple de lo que lo hacemos y porque mañana hay una nueva oportunidad para confiar y descubrir la parte sublime de nuestros actos.
Imagen: El Grito de Edvard Munch. Oleo, 80x73'5. Galería Nacional de Oslo.

sábado, 25 de agosto de 2007

EN SILENCIO.


Te encuentro en el silencio,
que cobra una nueva dimensión
para que el corazón se derrame,
que une más que distancia.
Un silencio que cuido no romper
aunque grita si hay alguien alrededor,
que se escribe para sentirte
cada vez mas cerca.

lunes, 20 de agosto de 2007

ESPABILAR O PENAR.

AIMEE MANN - Wise up. 1999.

It's not... what you thought...
No es lo que pensabas

When you first... began it.
cuando fuiste tú quien lo empezó.
You got... what you want...

Obtuviste lo que querias….

Now you can hardly stand it, though,
Ahora apenas lo puedes soportar, aunque
By now you know, it's not going to stop...

por ahora, sabes que esto no va a parar...
It's not going to stop...

no va a parar...
It's not going to stop,

no va a parar,
Till you wise up.

Hasta que espabiles.

You're sure... there's a cure…
Estas seguro de que hay una cura
And you have finally found it.

Y
finalmente la has encontrado.
You think... one drink...

Piensas que un trago
Will shrink you to... your underground

menguará... tu clandestinidad
and living down, but it's not going to stop...

y sometimiento, pero esto no va a parar
It's not going to stop...

no va a parar
It's not going to stop,

no va a parar
Till you wise up.

hasta que espabiles.

Prepare a list for what you need,
Prepara una lista de lo que necesitas
before you sign away the
deed,
antes de estar fuera del negocio,
'Cause it's not going to stop...
porque esto no va a parar
It's not going to stop...

no va a parar
It's not going to stop,
no va a parar
Till you wise up.
hasta que
espabiles.

No, it's not going to stop,
No, no va a parar,
Till you wise up.

hasta que espabiles.
No, it's not going to stop,

no, no va a parar,
So just give up.

Así que desiste.

Escena de "Magnolia" de Paul Thomas Anderson. 1999.

sábado, 11 de agosto de 2007

MUNDOS SEPARADOS.

A juzgar por los comentarios que mi madre intercambiaba en el autobús con el paisano de turno, cuando era pequeño percibía que los motivos que justificaban que alguien viajara, podían ser de dos tipos: “ir de médicos” o “ir de papeles”, dependiendo de la necesidad de especialidades médicas o administrativas en la que se encontrara cada familia. Yo casi siempre iba al pueblo vecino “de médicos”, al oculista, a la consulta del Sr. Beltrán, un tipo al que llegué a temer por su seco carácter, -aunque por suerte mi madre siempre compensaba tan mal trago convidándome a un manzanilla con un chorreoncillo de anís en la tasca del mercado de abastos (sic)-. Pero con el tiempo, descubriría otros motivos para salir del pueblo.
Algo más tarde, cuando acabé la E.G.B. (Educación General Básica), llegó el momento de averiguar otra razón de peso para viajar: “irse a estudiar”, continuar los estudios en el pueblo vecino ante la falta de un instituto en el nuestro. Cursaba 3º de B.U.P. (Bachillerato Unificado Polivalente), cuando por esas peripecias de la vida coincidí en la misma clase con “Monse” -así lo escribía ella, sin “t”-, la hija de aquel adusto oculista que anduvo tratándome durante mi infancia.
Aún puedo verla cuando cierro los ojos,... quizá porque me pasé todo aquel curso dirigiéndole miradas furtivas, embelesado por su encanto. Se notaba que era niña de médico, su aspecto saludable divergía del resto de los portes desaliñados que evidenciaban estatus y costumbres más humildes. Pendiente de todo menos de estudiar, no podía dejar de mirar su tez blanca, incólume, de una suavidad que salvaba cualquier distancia; de recrearme en sus recios labios encarnados, custodios de una sonrisa clara y dulce como su mirada; de curiosear en su corta melena ensortijada, en sus refinados gestos,...
- Me miras mucho. -dijo una vez cuando me sorprendió contemplándola mientras desplegaba su sonrisa-.
- T-te quiero… pintar. -acerté a decir volviendo a la vigilia mientras transformaba la estúpida sonrisa de mi embeleso en algún comentario que justificara mi descaro y sabiendo que reconocía mis escasas dotes pictóricas en los garabatos de mis cuadernos.
Su sonrisa entonces se hizo tan amplia que todo lo que me rodeaba dejó de existir.
Pasaba el tiempo y de cuando en vez me preguntaba cuando podría ver su retrato, pero claro está, yo aunque me esforzaba, no era lo suficientemente hábil como para poder plasmar en un papel todo lo que me inspiraba así que, el curso acabó sin que pudiera regalarle siquiera un simple boceto. Aunque lo peor de todo fue que no pude decirle adiós. Entregado como estaba a las correrías y las chanzas con los colegas, el último día del curso no asistí a clase y perdí la ocasión de despedirme de ella hasta después del verano.
Y fue precisamente en ese verano cuando se me ofreció la oportunidad de descubrir que podía haber otra razón más para viajar: “salir a divertirse”. Vino de la mano de la madre de Diego, una mujer joven que conducía ella misma -se atrevía a salir del pueblo no solo para “ir de médicos” o “de papeles”-, y que se dejó convencer para llevarnos a Linares a ver un concierto de “Danza Invisible”, un grupo por el que algunos de los amigos sentíamos auténtica devoción.
Cuando aquella noche llegamos al lugar del evento, nos colocamos prudentemente en un lateral del recinto. La cortesía hacia la madre del amigo nos hacía permanecer a su vera mientras el concierto comenzaba a bullir con ritmos cada vez mas enardecidos. Las piernas se nos iban solas hacia la marabunta que saltaba y cantaba al compás de la banda así que, nuestra baqueana acompañante nos permitió adentrarnos entre la gente para que disfrutásemos a la manera que queríamos hacerlo, no sin antes insistirnos que no nos apartásemos demasiado y que tuviéramos cuidado -siempre nos advertía que tomáramos la coca cola directamente de la botella-.
Después de un rato, cuando todavía andaba tratando de encontrar algún sencillo movimiento que pudieran obedecer mis torpes pies, noté como alguien tocaba mi hombro. Cuando me giré esperando encontrar un comentario de alborozo de alguno de los colegas o el reproche de un desconocido por algún inconsciente pisotón, quedé fascinado por el panorama que estaba teniendo lugar a mis espaldas: Monse, -¡estaba allí!-, sonriendo con todo su ser mientras me invitaba a acercarme extendiendo sus brazos.
- ¿Qué haces aquííí?... -preguntó cogiéndome de las manos y con un tono inequívoco de que se alegraba de verme-.
- ¡Monse!... ¡Estás aquííí!... Y las “íes” de nuestras exclamaciones se unieron para convertirse en una nerviosa risilla tonta.
- ¡Ji Jii Jiii, iiiií…! -reímos estridentemente-. Tanta “i” me hizo sentir ridículo ante la cercanía de mis colegas.
Diego no tardó en volver al lado de su madre para que no se sintiera sola y el otro amiguete, viendo el percal, no le quedó otra que acompañarlo.
Tratamos de explicarnos en aquel estrepitoso ambiente como escapamos del curso y como habíamos llegado hasta allí. Acercábamos alternativamente la cara a nuestras bocas mientras el concierto cada vez mas crecido, olía más y más a ella. De repente, los acordes del inicio de una de las canciones más jaleadas del grupo -y con un significado tan especial para nosotros-, "El pintor y la modelo", nos hizo concluir la conversación invitándonos a escuchar la música con un mismo gesto.
El rato que pasamos coreando aquellas canciones fue mágico, aunque la magia solo acababa de empezar. Llegado el momento -casi el final-, para darse una tregua, los músicos bajaron el ritmo del concierto interpretando “No habrá fiestas para mañana”, una canción pausada donde todos los asistentes nos hicimos uno dándonos las manos y elevándolas por encima de nuestras cabezas. Cuando Monse cogió la mia, un escalofrío me sacudió la espalda. Todo giraba entonces en torno al nudo de nuestras manos. Las luces y el humo que se proyectaban desde el escenario recortaban las etéreas figuras sudorosas del público. La transpiración de la gente, las notas que jugueteaban con los colores de las luces, las gotas de bebida que saltaban por doquier, formaban un ambiente onírico y placentero donde mi conciencia se abrió para desprenderse de lastres de los que hasta entonces no era consciente de que los tuviera. Solo la mano de Monse era el cordón umbilical que me unía a la tierra. No cesamos de cantar, de mirarnos, de sonreírnos,… mi cuerpo se relajó tanto que solo existía la música y Monse formando parte de ella.
Bajamos los brazos y nuestras manos permanecieron fuertemente unidas mientras paulatinamente acababa la canción con un solo de batería. Cuando el latido de la música se paró con un golpe atronador para devolvernos la conciencia de nuestros corazones, todo de lo que me había desprendido momentos antes regresó bruscamente para hacerme sentir rubor por tener asida la mano de mi refinada compañera.
Bailamos los “bises” y cuando acabó el espectáculo mantuvimos una breve conversación hasta que nos vinieron a buscar. Nos despedimos hasta el próximo curso pero no hubo caso. Mis desastrosos resultados académicos me obligaron a repetir curso y al año siguiente, con la distancia de nuestros mundos acentuada, los fortuitos encuentros por los pasillos no tuvieron la intensidad de aquella noche.
Todavía oigo los ecos de aquel concierto.


Dentro de las razones para viajar hay una a la que me entregaré durante la próxima semana: "viajar por viajar". Nos leemos.

lunes, 6 de agosto de 2007

FANTASMAS.

En 1926 ve la luz “Poemas de amor” de Alfonsina Storni, un librito escrito en prosa donde se recoge este poemita marcado como “LXVII”.

“No volverás. Todo mi ser te llama, pero no volverás. Si volvieras, todo mi ser que te llama, te rechazaría. De tu ser mortal extraigo, ahora, ya distantes, el fantasma aeriforme que mira con tus ojos y acaricia con tus manos, pero que no te pertenece. Es mío, totalmente mío. Me encierro con él en mi cuarto y cuando nadie, ni yo misma, oye, y cuando nadie, ni yo misma, ve, y cuando nadie, ni yo misma, lo sabe, tomo el fantasma entre mis brazos y con el antiguo modo del péndulo, largo, grave y solemne, mezo el vacío…”

lunes, 30 de julio de 2007

VENTANA SUR (VI).

Asomarse a la ventana y quedarse absorto con lo que sucede.

miércoles, 25 de julio de 2007

TENERLO CLARO.

A menudo decimos de una persona que “lo tiene claro”, pero que alguien esté convencido no significa que vea con claridad. Esa actitud de seguridad y firmeza con la que alguien afronta determinadas situaciones, puede estar evidenciando más bien, la dificultad que tenemos para aceptar cualquier mínimo cambio en nuestros sistemas de valores y creencias. Nos movemos seguros en el sucinto redil delimitado por esos sistemas, ajustando nuestro comportamiento a la idea que tenemos de cómo deben ser las cosas sin percatarnos de que a veces, incurrimos en la cerrazón y el inmovilismo, todo un caldo de cultivo para la infelicidad. Algo falla en esos sistemas de creencias si nos limita, si nos impide actuar con espontaneidad, si con demasiada frecuencia, nos impide dar una oportunidad a lo nuevo y en definitiva, si nuestra actitud induce a la infelicidad propia o ajena.
Creo que se puede ir a contracorriente, mantener cualquier hábito no del todo saludable o quedarte con una persona el resto de tu vida, cualquier cosa, siempre que no vaya en detrimento de la felicidad de nadie. La claridad participa de la apertura y el movimiento: Abrirse a la experiencia diaria con espontaneidad y moverse atento dentro de parámetros como la franqueza y el respeto.
En el cine de Adolfo Aristarain, encontramos personajes tremendamente lúcidos que construyen diálogos demoledores para cualquier modesto sistema de valores. En su película “Lugares comunes” -allí donde el entendimiento es posible-, podemos ver este interesante diálogo entre Fernando Robles (Federico Luppi) y Tutti Tudela (María Fiorentino) donde la claridad es deslumbrante. Por cierto, Tutti, un amor.

sábado, 21 de julio de 2007

POEMA EN CRUDO. (2002).


Para no estar contigo,
mejor estar sin tí.


Imagen:
Heart de Keith Haring.

martes, 17 de julio de 2007

PESCA DE LOCOS. (y II).

(Viene de...) Quedámos clandestinamente a las afueras del pueblo para encaminarnos al río Guadalquivir. Nuestro guía eligió para apostarnos el estrecho pretil que rodeaba el edificio principal del -por aquel entonces-, desusado balneario del pueblo. Se trataba de una angosta plataforma en la base del muro inclinado y corvo del edificio, rodeada en su mayor parte de agua, donde apenas te cabían los pies y que nos obligaba a pasar de uno en uno y hacer verdaderos equilibrios para no caer al río. Nosotros pasamos primero, él se quedó más cerca de la orilla -cortándonos el paso-, esgrimiendo el razonable pretexto de necesitar más espacio para montar las cañas. Después de mojarnos como rito iniciático e intentar clavarnos un anzuelo a la mínima de cambio, nos entregó la destartalada caña que habríamos de compartir mi colega y yo dándonos unas escuetas indicaciones de cómo se colocaba el cebo y como había de arrojarse el sedal.
Pasaba la mañana y ahí estábamos, incómodos en nuestra ajustada atalaya, al borde del río, a merced de nuestro psicópata anfitrión, sin miras de hacer captura alguna y con la creciente sospecha de que tarde o temprano ese extraño personaje emplearía sus peores malas artes para cobrarnos “sus servicios”. En más de una ocasión le pedimos que nos dejara pasar a la orilla para ir a orinar pero siempre nos decía que en ese momento no podía sacar el anzuelo del agua porque estaban apunto de picar y que lo hiciéramos en el río, cosa que al principio hasta nos parecería divertida. Pero la cosa perdió su gracia cuando no solo dejó de abastecernos de cebo para nuestra caña, sino que condicionó nuestra vuelta a casa hasta que no sacara algún pez del agua. Estábamos atrapados, inquietos porque se hacia tarde y con el miedo metido en el cuerpo por no saber cuando y como acabaría aquello. Fue allí donde comprendí que el sentido de las reprimendas de mi madre era evitarnos cosas como esas.
Nuestra impaciencia comenzaba a ser insoportable cuando la boya de nuestro tirano mentor se hundió con un sonoro “¡glup!”. Mientras él se afanaba en sacar el pez del agua, nosotros gritábamos de júbilo no ya por la captura, sino por entender que se acercaba la hora de marcharnos. Pero, claro está, no podíamos irnos de allí sin vivir, como dirían los flamencólogos, “el fin de fiesta”.
Una vez que el pez se cansó de luchar, entregó su vida a aquel desalmado sin oponer demasiada resistencia. Cuando andábamos maravillándonos con las hechuras de aquel animal todavía clavado en el anzuelo, no se le ocurrió otra cosa que balancear el pez en el sedal para tratar de asustarnos con su cercanía. Al ver que no lo conseguía, comenzó a columpiarlo cada vez más enérgicamente, ya no para asustarnos sino para golpearnos, mancharnos o vete a saber con que maliciosa intención, hasta que nos arrinconó al final del pretil. Ahí, entró en una espiral de perversa enajenación que alimentaría con nuestros gritos. Comenzó a bambolear el pez para estrellarlo una y otra vez contra la pared con el propósito de reventar al animal y que nos saltaran las trizas a las que estaba siendo reducido a cada golpe. Casi no recuerdo como escapamos de allí, el caso es que cuando terminó de destrozar al desdichado animal lo dejamos con todos los aparejos por recoger y amenazándonos en la distancia.
Por suerte mi madre nunca se enteró de mi aventura con aquel individuo y la tempestad que esperaba que desatara por llegar tarde, se quedó en una simple tormenta de verano.
Llegado el momento, mi hermano que había continuado con su afición pesquera, me invitaba muchas tardes de primavera a sus salidas al río donde me hizo participe del buen hacer de su técnica y me enseñó que aquella práctica no estaba reñida con el respeto a la vida del pez capturado. Sin duda, pescar con mi hermano fue otra historia.

PESCA DE LOCOS. (I).

Siendo todavía un chiquillo presenciaba como mi madre reprendía a mi hermano cada vez que lo pillaba en alguno de sus descarríos, desatinos o imprudencias y a veces, ni siquiera le hacia falta motivo alguno, cualquier mínima sospecha le bastaba para darle un reajustillo a su montaraz albedrío. A mí, por aquella época, me salvaba mi candor, pero no tenías que ser un lince para percatarte que conforme lo fueras perdiendo, tendrías que soportar de esa misma manera, el azote de aquellas apocalípticas tormentas que desataba mi madre cuando alguien de su prole sacaba los pies del plato.
Una de las costumbres de mi hermano que más la enervaba era la de irse al río. Ella siempre veía peligro en todo, incluso en lo más virtuoso, así que cada vez que se enteraba de que había ido a pescar, bien por algún enigmático chivatazo -casi siempre iba de farol-, bien por las evidencias en su ropa, le armaba una gresca de las de “agárrate-y-no-te-menés”. Es curioso como aunque siempre se dirigiera a mi hermano, hablaba en plural (“Como me entere de que vais al río...”, “Ni se os ocurra.....”), como si quisiera ahorrarse la filípica que en un futuro me pudiera corresponder por hacer lo mismo. Y claro está, basta ver donde está lo prohibido para saber a donde quieres ir.
Una vez que fui cumpliendo años, -perdiendo el candor, por tanto-, el número de reprimendas que me tocó vivir en primera persona fue creciendo a medida que crecía mi curiosidad por la pesca. Éstas siempre eran por cualquier cosa menos por haber ido a pillar peces ya que pescar es una de esas cosas que tienes que iniciarte con alguien y claro está, a mi hermano jamás se le hubiese ocurrido iniciarme en algo que no aprobara mi madre y a mí tampoco se me ocurría pedírselo, así que por desgracia mi primera experiencia pesquera ocurrió de la peor manera posible.
Un día de verano en el que con algún amiguete exploraba las huertas y calles más recónditas del pueblo conocí al hijo del sastre, un chico mayor que nosotros, aparentemente solitario y algo excéntrico (“es hijo único”, explicaba por lo bajini mi colega sin saber muy bien a que se refería), que venía del río equipado con un sinfín de arreos y acarreando en una bolsa de plástico una magnifica carpa de escamas plateadas. Era la primera vez que veía un pez así y fue en ese momento cuando mi curiosidad por saber como lo había sacado del agua alcanzó su punto álgido. Después de una empatización de lo más rudimentaria
donde no nos cupo duda de que nuestro nuevo amigo era un lunático de carácter extravagante y que tenía una caña de sobra, quedamos en acompañarlo al día siguiente en su tarea pesqueril. En qué mala hora. (Continúa en...)

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Para el que sabe ver todo es transitorio