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viernes, 28 de septiembre de 2007

EL ATROPELLO.

(Viene de...) Habitábamos la casa un grupo de siete niños -tres hermanos payos, tres hermanas calés y una niñita de color de apenas año y medio-, y dos educadores. Estaba estipulado que fuéramos de distinto género para supuestamente, desempeñar los roles que un hombre y una mujer ejercen en una familia típica (!).
Para poder dar abasto a todo lo que se debía hacer, nos organizábamos de manera que los niños, participaran por turnos y en la medida de sus posibilidades en las tareas de la casa, lo que en numerosas ocasiones provocaba la insurrección de los más rezongones. Cada uno de ellos era un mundo, la estrecha convivencia que manteníamos daba oportunidad a indagar en su personalidad y no pasaría mucho tiempo cuando ya sabíamos “de que pie cojeaba” cada uno. Los días pasaban acumulando cansancio y vivencias nuevas, sobre todo con la pequeña que requería casi toda nuestra atención.
Lola era la mediana de las tres hermanas, una niña que a sus trece años se debatía entre el deleite de saberse integrante de aquella ficticia familia y la desdicha que le suponía haber nacido en un hogar donde nadie se ocupó nunca de ella. Poseía un implacable sentido de la justicia lo que le hacia comportarse como el ser mas irracional del mundo o tener los gestos mas tiernos y altruistas que jamás halla visto en una niña de su edad, todo ello para una misma cosa, demandar cariño. Era fácil que entre ella y la pequeña, en aquel año, se me despertara un extraño sentido de la paternidad.
Siempre mantuve buena relación con Lola, hasta que la sucesión de un par de incidentes me apartaron de ella irremediablemente. El primer desencuentro vino raíz de mi intervención en una disputa que ella mantenía con otro niño de la casa. Cuando llegué a la escena de la trifulca, Lola mantenía una actitud amenazante con el otro niño. No atendía a razones y mi presencia solo sirvió para avivar su violencia. Sin llegar a conocer en profundidad los motivos que la habían llevado a esa situación y con la cabeza totalmente embotada por el estrés -ese estado de angustia que constriñe el alma y precipita tus actos-, resolví la situación de la peor y más pronta de las maneras, le pegué. Desde entonces, la niña se mostraba distante y esquiva y entre que me evitaba sin dar oportunidad a mantener un mínimo dialogo y la dinámica de la casa que no ayudaba a encontrar el momento necesario para hacerlo, iban pasando los días. El final de curso académico se acercaba -el plazo que me había marcado para marcharme de la casa-, y por más que lo intentaba, no conseguía recobrar su confianza.
Ya habían pasado casi dos semanas y las cosas se calmaron lo suficiente como para conseguir que la niña accediera a acompañarme junto con otros compañeros al centro comercial de la comarca para realizar una compra semanal -era lo más parecido a una excursión que podíamos ofrecerles-. Hubiera sido el marco ideal para acercarme del todo a ella pero -lo que es la vida-, ese viaje sirvió para perder su confianza definitivamente ya que mientras conducía hacia el hipermercado, ocurriría un inesperado suceso que trascendería en mi relación con la niña. Sería el segundo y definitivo desencuentro que tuve con ella.
La carretera estaba muy transitada y aunque dentro del habitáculo del coche había un ambiente distendido, iba atento a la conducción. Con las lunas de las ventanillas del vehículo bajadas, los coches que venían en sentido contrario dejaban al cruzarse su estela de viento y ruido,... al salir de una curva, sin que nadie pudiera esperarlo, un perrito que trotaba asustado en el arcén, miraba de un lado a otro sin saber donde estaba, de pronto, viró bruscamente y aterrado se paró en medio de la calzada, en nuestro carril, a una decena de metros,... Solo tuve un instante para variar levemente la trayectoria del coche, pero viendo que el atropello era inevitable, sujeté con fuerza el volante -gesto con el que sin duda se quedó Lola-, para evitar un accidente.
- ¡El perrillooo!,… ¡Que lo pillaaas!... -gritó Lola al tiempo que sobrevenía el atropello-.
Por un momento pensé que siendo tan pequeño pasaría por debajo del vehículo sin sufrir daño, pero por el retrovisor pude ver como aquel desdichado chucho rodaba sobre la calzada con los cuartos extendidos, señal inequívoca de que había muerto descoyuntado.
- ¡¡Lo has pillaooo,…!! -exclamó sin dar crédito a lo que acababa de ocurrir-… ¡¡lo has mataoo, lo has mataoo!! -gritaba mientras miraba horrorizada hacia atrás a través de la luna trasera del coche-.
De nada sirvió tratar de hacerle entender que hubiese antepuesto la seguridad de los que viajábamos a la vida de aquel incauto perro, de que no pude hacer más de lo que hice.
El curso acabó, teniéndome que marchar y la despedida de Lola no tuvo la calidez que hubiese deseado. Aquel año no solo atropellé a aquel perrito.

11 comentarios:

LA CARICATURA EXISTENCIALISTA dijo...

Tito de alguna forma se siente también como un niño en una casa de acogimiento, aunque en verdad, es un "cuaderno de acogimiento", y también se identifica con lo de tener una familia ficticia, saludos!

MAX Y LULA dijo...

Vaya una serie de trágicas casualidades. A veces el destino nos coloca en situaciones para las que no estamos preparados. De todas formas, dicen que el que se equivoca tres veces es ya un maestro :-D

Anónimo dijo...

Hola-la-la-Lo-la.. Tengo un monton de comentarios sobre muchos aspectos de esa historia de Lola y la casa de nin~os...no se como organizar mis pensamientos..primero, el ritmo del dialogo, el monologo interno, las descripciones...wonderful...supongo que no fue tu proposito inflamar el deseo mio adoptar un tribu de nin~os..pero lo has hecho...y ademas otra vez, you have me laughing out loud and shaking my head in wonder. Keep writing. You inspire.

Manolo Merino dijo...

Caricatura,
Sea bienvenido Tito por estos pagos. Espero que encuentre felicidad durante su búsqueda.
Saludos.

Max y Lula,
Si, aquí el que mas o el que menos ya es un maestro del error. Chaplin decia que no quería renunciar a la deliciosa libertad de equivocarse y en eso, estoy completamente de acuerdo.
Saludos y gracias por tus visitas.

anónimo,
Lo más maravilloso de todo esto es que te divierta tanto mi lectura. Eso me anima a seguir. Gracias.
PD: ¿Una tribu?,.. ¡con la guerra que dan!. :P
Pd2: Me estoy aficionando a tus comentarios,...I like it.

Anónimo dijo...

Please keep writing. No se si tienes alguna duda sobre lo interesante que es tu perspectiva, pero me tienes con ganas de leer mas, y escribir aun mas cada vez que te leo. In gratitude, anonymous me-

Anónimo dijo...

P.S.-Si te moleste...Me puedes recomendar algunas excursiones que debo hacer mientras visito tu pais? Tengo solo tres semanas, y aunque conozco muy bien las ciudades mas grandes, estoy mas interesada en el arte y la musica de los sitios menos conocidos. No hay prisa asi que tengo unos meses antes del viaje. Quizas puedes escribirlo en forma de una refleccion, o alguna otra cosa...Muchisimas gracias.

almena dijo...

Solo una cosa
¡te admiro!
:)
lástima que Lola no tuviera ya oportunidad de conocer cómo te sentías.

Un abrazo!

Manolo Merino dijo...

Anónimo,
Uy..., no sabría que aconsejarte. Soy persona poco viajada. Mas que viajar me he movido por algunos lugares, algunos tan recomendables como "el camino de Santiago" o "las alpujarras" de Granada donde arte y música van unidas a sus gentes. Recojo tu propuesta,... miraré que puedo contar de algún lugar que halla visitado.

Almena,
Oh,... Gracias. ¡Que responsabilidad!
Un abrazo, amiga.

Anónimo dijo...

Tenemos vivencias, que aunque hayan sido mas trabajosas,donde el esfuerzo ha sido mayor, donde hemos tenido que estar por la situación personal que nos tocaba vivir en ese momento.Ahí tambien encuentras momentos que te llenan el carazón y que ya forman parte de tu memoria.Seguramente Lola con el paso del tiempo lo recuerde distinto a como sucedio ese día.
BSO.

AleMamá dijo...

Una historia bien tremenda por los desencuentros que hubo cuando se necesitaban tanto. He regresado par aleer esta historia.
Vas bien, me gustan tus historias.

Un abrazo, y que la vida compense a Lola y los demás.

Manolo Merino dijo...

ánonimo2,
Cierto y eso espero.

Alemamá,
Todo es tremendo si miramos con intensidad.
Gracias por pasearte por aquí.
Un abrazo.

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Para el que sabe ver todo es transitorio