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lunes, 2 de octubre de 2006

SILENCIO. (2000).

Mientras nos pesen las palabras,
-como losas-, a la hora de pronunciarlas,
confinaremos en la nada,
la inmensidad de todo lo que significan.
Camino abierto a nuestro universo interno.
La palabra.
El gesto infinitamente elaborado
que nos hace presos de nosotros mismos;
que nos traiciona,
asestándonos golpes en el entendimiento
cuando se nos dispara la lengua
o se nos encasquilla el alma;
que nos descubre el sentido de la vida
en su brevedad, en su rutina, en su eco,
en su hallazgo, en su ausencia,…
El gesto que nos costará la vida dominar
y que acaba dominándonos,
sometiéndonos a la terrible condena
de su eterna búsqueda.
El gesto que, pronunciado o no,
de la misma manera, acaba con nosotros.

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Para el que sabe ver todo es transitorio