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lunes, 5 de enero de 2009

EL MISMO HORROR, LA MISMA FAUNA.

Desde que el mundo es mundo, -no digo desde que empezamos a reinventarlo-, existen claras constantes que definen la “condición humana”, rasgos que, aún permaneciendo durante toda nuestra vida en estado de permanente latencia, son inseparables a cualquier espécimen nacido de mujer. No siempre son plato de buen gusto y desde que el mundo es mundo, -desde que estamos reinterpretándolo, quiero decir ahora-, nos servimos de manifestaciones artísticas para maquillar las pasiones de nuestra esperpéntica existencia y así, ya sea a través de la mitología, de los clásicos literarios o la lírica de tradición oral, podemos seguir espantándonos de lo que es inherente a nuestra naturaleza.
Sirvan nuestras “New year resolutions” para mantener dormido el animal que somos, aun en detrimento del disfrute de todo lo que duerme con él.

ANDARAJE - "BlancaFlor Y Filomena".

Está la pobre viuda
entre el amor y la guerra
con sus dos hijas queridas,
Blancaflor y Filomena.
Pasa por allí Tranquilo,
se enamora de una de ellas.
– ¿Quiere usted que yo me case
con su hija Filomena?
– Cásate con Blancaflor
que es mayor y te respeta.
Se casó con Blancaflor
no olvidando a Filomena.
Pasó por allí Tranquilo.
– ¿Qué haces por estas tierras?
¿Cómo queda Blancaflor?
– Blancaflor ha «quedao» buena,
«embarazá» de seis meses,
que eso es lo que usted desea,
pero me ha encargado mucho
que me lleve a Filomena,
para a la hora de su parto
tenerla en su cabecera.
La visten de azul y blanco
que parecía una estrella.
El se sube en el caballo
y ella se subió en la yegua.
– Adiós, madre de mi alma,
tú, mi madre, me destierras.
– No te destierro, hija mía,
que tu cuñado te lleva.

A la salida del pueblo
se puso a remenecerla.
– Estate quieto, Tranquilo,
que el demonio a ti te tienta.
– Que me tiente o no me tiente
quiero gozar tu belleza.
La ha bajado del caballo,
hizo lo que quiso de ella,
y para que no gritase
le ha despuntado la lengua.
A los gritos que ella daba
un pastorcito se acerca.
– ¿Qué te pasa, niña hermosa,
qué te pasa Filomena?
A señas o como pudo
papel y pluma pidió,
y con sangre de su lengua
una carta allí escribió.
– Echa esta carta al correo
que la reciba mi madre,
que se entere de la afrenta
que ha cometido el infame.
– Toma criada este niño
y guísalo en la caldera,
«pa» cuando venga Tranquilo
que se lo pongan de cena.
Está cenando Tranquilo.
– ¡Ay, qué buena está esta cena!
– Más dulces son los abrazos
de mi hermana Filomena.

2 comentarios:

almena dijo...

La misma fauna, sí.
Tremendo el romance de ciego, pero...

un abrazo!

Manolo Merino dijo...

Inquietante ese tu "pero..."

Bsos.

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Para el que sabe ver todo es transitorio