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sábado, 24 de mayo de 2008

DEVANEO. Diez.

El peso de lo presenciado me obliga a caminar con la cabeza gacha. El suelo revela entonces la sobrecogedora visión del rastro de otros pasos. Impetuoso, lapida mis ojos con todo lo que alberga, como queriendo desprenderse de lo que no le pertenece: la luenga colilla manchada de un carmín cárdeno, el ala mutilada de un pájaro joven, papeles -otrora blancos-, impresos de mugre, barro y humo, piedras raptadas de otro lugar,...
A cada paso que doy, el suelo me relata su versión de lo que ocurre.

1 comentario:

Isabel dijo...

Miremos en la dirección que miremos ,siempre terminamos por presenciar algo que nos obliga a agachar la cabeza y avergonzarnos de nosotros mismos.
Un abrazo, amigo.

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Para el que sabe ver todo es transitorio