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sábado, 15 de diciembre de 2007

DÉjÀ VU.

Este verano realice mi primer viaje en avión.
Una vez controlado el nerviosismo del despegue, me abandoné al espectáculo que me ofrecía la diminuta ventanilla de la aeronave: Pueblos al cobijo de los montes conectados entre si a través de las sinuosas trayectorias de carreteras y ríos; bosques incompletos despojados de su espesor, heridos por explotaciones y prospecciones y asediados por monótonos monocultivos; costas con su perfil hilvanado por blancas líneas discontinuas entre la tierra y el mar en las que se reconocían sus playas.
Todo un mar de contrastes repleto de islas de vegetación, aglomeraciones de viviendas y balsas de agua; un tapiz multicolor tejido con los caminos, los sembrados, los tendidos eléctricos y las sombras de las nubes; un enorme mosaico de incrustaciones verdes, amarillas, ocres, rojizas,… envuelto en un gran azul donde divertido, jugaba el sol reflejándose por doquier aprovechando la mas mínima oportunidad.
Sobrevolar las nubes, ¡el mundo al revés!: surcaban el aire al lado del aparato con sus caprichosas formas (no, ninguna semejaba un delfín), pareciendo atender a alguna llamada inaudible para confluir en un lugar convenido donde liberarse de su peso. -Resultó inevitable pensar que podías viajar sobre ellas-. Sobre el mar, se ordenaban como huestes amenazantes preparadas para descargar en la tierra las largas lanzas que parecían portar. Sonreí al imaginarme que en cualquier momento podían llover “chuzos de punta”.
Fue un vuelo corto pero suficiente como para bajarme del avión con la extraña sensación de haber volado antes.

Es fácil percatarse de todo si alcanzas a tener una perspectiva más alta de las cosas que te permita verlas de una manera global. Todo empequeñece sin perder su identidad para permitirte vislumbrar que lugar ocupas en ese preciso momento y si apuras, advertir el lugar que ocuparás u ocuparías dependiendo del lugar que ocupa lo demás. (Uy, esto último es un poco trabalenguas).

4 comentarios:

Isabel dijo...

Nada es igual cuando nos damos cuenta que nuestra manera de pensar,de ser pueden elevarse si así lo deseamos.¡Siempre es todo tan relativo,amigo...!
Un abrazo.

almena dijo...

Tuve parecidas sensaciones cuando realicé mi primer viaje en avión.
Es algo indescriptible, es sentirse hormiga, perdida en un inmenso hormiguero, y absolutamente vulnerable y pequeña.

Un beso!

Anónimo dijo...

No siempre estaré contigo, pero tu nunca estarás, solo, porque yo estaré siempre en tu corazón.

LoveSick dijo...

Ya lo he dicho alguna vez, odio los viajes en avión, cada vez tengo más pánico y eso que nunca he tenido tormentas, ni cosas raras, eso sí,es uno de los paisajes más hermosos que nunca haya visto, recuerdo en especial una madrugada en la que viajé a Madrid y amanecía entre la niebla mientras veía como se iban despertando las poblacionas allá abajo, inolvidable, y mientras leía el mito de la caverna porque me sentía atrapado ante aquel mundo de sombras que se despejaban.

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Para el que sabe ver todo es transitorio