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jueves, 20 de diciembre de 2007

NATIVIDAD.

I.
Una tarde de primavera de hace unos 30 años, andaba yo inmerso en mis juegos pueriles cuando unas incontrolables ganas de calmar mi sed, me llevaron a entrar en casa en tropel, buscando con urgencia un buchito de agua. Cuando crucé la puerta descubrí sorprendido que la mayor de mis primas, que acababa de ser madre, había venido a visitarnos con el pretexto de presentarnos a su primer y -con el tiempo-, único vástago. -Casi escribo con “B” lo de “vástago” pensando en la “saludable” treintena que ahora goza el muchacho, y es que treinta años dan para mucho,… una cosa-. En fin,…
No se que noté en el ambiente que me hizo posponer la guerrilla de terrones de la que estaba participando en las zanjas de los desiertos solares de la manzana colindante. Quizá fuera que no era frecuente ver a mi prima por la casa e independientemente del motivo, no dejaba de ser una novedad su visita. Bueno, eso y que mi actividad hormonal más libidinosa me hacia verla sencillamente preciosa. Me miraba placidamente con una amplia sonrisa, dedicándome parte de la ternura con la que mimaba a su retoño, pero aunque la escena de mi prima con su bebé impregnaba el aire de quietud, se respiraba cierta expectación. Mi madre me apremiaba a volver a mis juegos en la calle, ella, que siempre andaba llamándome a grito pelado por las esquinas. Estaba claro que algo pasaba así que, me hice el remolón para averiguarlo.
Casi sin darme cuenta, mientras mi madre insistía en que desapareciera de allí, mi prima se desabotonó la blusa en un periquete diciendo:
- No te preocupes tita,.. ¡habrá cosa más natural que esto!. Y mientras lo decía, con toda la naturalidad que declaraba, ponía al descubierto uno de sus pechos, para mi sonrojo.
Aquella visión quedó grabada en la tierna retina de mis ocho años. Era la primera vez que veía algo así,… grande, asombrosamente blanca, deslumbrante, con una gran aureola oscura,… un prodigio que mi prima manejaba con la misma delicadeza que manipulaba la cabeza de la criatura.
Resultó que había llegado a casa justo en el momento en el que tocaba dar de mamar al crío y mi presencia allí parecía estar de más, -al menos para mi madre-. Fue entonces cuando ruborizado, hice mutis excusándome para beber agua y después de eso, me marché a la francesa para sumarme de nuevo a la aplazada contienda.
Aquella noche de nuevo mis sueños -como todos los de aquella época-, volvieron a poblarse de aventuras donde yo, héroe de mil batallas, me deshacía pronto de mis enemigos para volver cuanto antes al regazo de mi amada, pero esta vez las imágenes que mi mente construía de mi onírica princesa fueron bastante más explícitas.

II.
Viajé por el tiempo hasta mi mocedad donde un buen día de navidad, mi padre -después de haber estado “de tabernas”-, se presentó en casa mostrando con orgullo un cuadro que le había regalado su madre. Se trataba de una lámina dieciochesca, humildemente enmarcada, de una virgen lactante. Un rollizo niño de pelo ensortijado tomaba leche del pecho de su atenta madre que vestía una túnica de tonos verdosos. El cuadro de ajado marco, irradiaba un halo de pasmosa serenidad y en cuanto lo vi me evocó aquella escena con la que años atrás, me había deleitado mi prima.
La pudorosa moralidad de mi madre consideró aquella imagen cuanto menos irreverente y eso, unido al reproche hacia mi padre de haber llegado etílicamente desinhibido, hizo relegar el cuadro a un rincón de la salita donde casi siempre estaba oculto tras la cortina de la ventana.
En una de las siguientes mañanas en las que mi padre y yo coincidimos tomando su acostumbrado "canto con bacalao" -que tanto disfrutaba-, llegó a alcanzar desde donde estaba sentado la cortina que tapaba la polémica estampa y dejándola asomar me preguntó:
- ¿Te gusta?.
- Mucho. -dije en uno de los poquísimos momentos de complicidad que pude compartir con él-.

Imagen: "Virgen de la Leche" de José Camarón Bonanat. S.XVIII.

4 comentarios:

Isabel dijo...

Me ha encantado;mucho,mucho.
Tanto como a ti esa maravillosa escena...
Qué bien has sabido reflejar esos momentos de curiosidad y rubor infantil...Un abrazo,casi maternal ;-)
Disfruta lo que puedas.

CONSCIENCIA dijo...

Como he disfrutado tu relato, lo has relatado tan bien que hasta me he reido un rato imaginando la escena. Gracias y cuidese.

almena dijo...

¡me ha encantado tu relato!
es una preciosidad y está primorosamente escrito.

Un beso!

Y FELIZ NAVIDAD

Isabel dijo...

Te dejo mis mejores deseos,amigo.Un abrazo y sé feliz.
:-)

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Para el que sabe ver todo es transitorio