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jueves, 18 de agosto de 2011

JUEGO DE MEMORIA.

"El amor es una enfermedad plagada de aflicciones que rechaza todos los remedios;
una planta que crece cuanto más la cortas, que se vuelve más estéril cuanto más la cuidas.
¿Por qué?"
Samuel Daniel. s. XVII.

Cada mañana realizaba el mismo ritual, lavarme la cara, atusarme el pelo y meterme entre pecho y espalda un vaso colmado de café de malta donde mojaba la torta de aceite fea-de-grande, que mi madre me servía con generosa entrega, luego, caminaba despreocupadamente hasta el autobús que me llevaría al instituto (1 - 2 - 3),…
¡Placer impagable éste, que la memoria aún permita volver a los dieciciete!, ...como decía la copla.
Lo que más recuerdo de ese tiempo son las sensaciones que, a flor de piel, se manifestaban radiantes, como luciérnagas en el amanecer de cualquier adolescencia. Ráfagas hormonales que deleitába en forma de sabores, olores, imágenes,… las puertas en primavera recién regadas, el fascinante hálito de la furgoneta del panadero, la compañía del primer cigarrillo de la mañana mientras esperábamos el autobús, la fragancia de los plumieres de tela de las muchachas… casi un fetiche de aquella época.
No fue siquiera mi primer amor, pero sí uno de los primeros por el que el desatino me hiciera mella. Se llamaba Úrsula y además de platónico, fue un amor por correspondencia, ridículo si cuento que ella asistía a clase tres aulas más allá, pero en fin, mi falta de destreza en las artes amatorias y el pacato carácter que esgrimía entonces, -bueno, hay cosas que nunca cambian,… por lo de las artes, digo-, no ayudaron a que aquello tuviera otra forma.
No recuerdo bien como empezó, o quizá sí,… un buen día, por llamarle la atención y tratando de vencer mi tamaña pusilanimidad, hice que recibiera una notica a través de uno de mis colegas que asistía a su clase. Una simple nota donde un dibujo de una chica con corona de flores le decía que le gustaría conocerla… -es aquí donde, si no fuera porque con los años la he perdido, sentiría vergüenza de confesar que me serví de una amiga imaginaria para romper el hielo,… ¡una amiga imaginaria a esa edad!,… en fin. El caso es que ella contestó y lo hizo de la misma manera, inventando otro personaje para hablar a través de él, un tipo pelón con pinta de genio que parecía recien fugado de una lámpara.
Comenzó así una especie de “gynkana galante” que se prolongó durante todo el curso. Cada carta incluía instrucciones precisas para que el otro encontrara la misiva de respuesta. Así, se nos podía ver por las instalaciones del instituto, haciendo gala de nuestro más discreto sigilo, buscando o escondiendo las notas que nos dirigíamos,… debajo de la pata de un banco, detrás de un extintor, en el cajón de la mesa del profesor, en los baños, en el patio,… un juego que acapararía toda mi atención durante aquel curso.
Y pasó que todo quedó en nada,… no pasé de ese extravagante cortejo, nunca me dirigí a ella en persona. En vacaciones seguimos utilizando al cartero para hablar a través de nuestros "avatares",… hasta que el pelón me contó que se había echado novio durante el verano y la de la corona de flores se quedó muda.

4 comentarios:

Paz dijo...

Que bonito recuerdo de sensaciones.
Que bien sienta viajar en el tiempo.
Que desayunos preparata la madre.
Que buen relato.
Que saludo te mando desde la distancia.
Que, de que.

edmundo serna ruz dijo...

Tiempos aquellos, que con solo escuchar la música desde la calle, nos conformábamos y no hacía falta entrar a la fiesta, o al menos eso nos decíamos a nosotros mismos para conformarnos. Lo malo era que cuando encontrábamos la determinación necesaria, entonces la sonrisa fresca, la piel risueña, la cintura adivinada, su olor y su mirada ya tenían con quien pasear... y lo peor es que siempre pensamos que era cosa del destino.

Por entonces yo empecé a escribir. Primero corazones en los árboles, con nombres ilegibles, luego parrafadas en los pupitres, descripciones en la biblioteca y por fin, un día, sentado en un banco del pasillo de azulejos verdes claros del instituto, imaginé que yo era el banco o un loco que creía ser un banco, y empecé a describir la tierna locura de la vida adolescente, a ladrillazos con la solería, a restregones con las paredes, a golpes de infinita soledad, a patadas con el vocabulario, vengándome de las almas que se cruzaban en mi camino, con plena conciencia de ser invisible, con toda la seguridad de oír voces en la lejanía y hasta una sirena, la que llamaba a clase, pero que no iba conmigo...

Cuando volví a ser yo mismo, tenía entre mis manos exactamente la transcripción de lo que siente un triste banco en el pasillo de un manicomio, el retrato de un enajenado patético y aislado..., no me había movido de mi sitio y llevaba una hora escribiendo. Fue la primera de muchas bajadas al infierno, pero te juro que siempre me quedé en la puerta, escuchado la música, y nunca he entrado dentro.
Quizás sea ese mi pecado, no haber llegado a entrar en el averno.

Has vuelto a hacerlo, a tirarme de un puñado al pasillo y los patios de un tiempo que tenía guardado en el último cajón de sepadiós... y me alegro. Salud y gracias.

Ana dijo...

Igual la historia no se hubiese prolongado más allá de unas semanas sin aquellos avatares. Los medios a través de los cuales se sirve la especie humana para expresar sus sentimientos son casi ilimitados, además ¿Quién no ha sido alguna vez Cyrano de Bergerac?

http://www.youtube.com/watch?v=wp6g9NKnH5g

Manolo Merino dijo...

Calima,
¡Qué lujo poder contemplar la vida a través de otros ojos!
¡Qué de "qués" nos quedan aún por exclamar!

Edmundo,
está claro que "lo tuyo" -bendita locura- viene de antigüo, de cuando las tinieblas -aún siendo las mismas de ahora- parecían menos transitables, sin que la mano ningún Virgilio mostrara el camino.
Amigo, no creo que no cruzaras sus puertas, simplemente obviaste la inscripción de la entrada -«Dejad toda esperanza, vosotros que entráis»-,... y así, sin condicionamientos, vagas, como vagamos todos los que nos pasamos por el forro el letrerico.
Salud y "palabricas en fila india".

Ana,
"Oh innoble servidumbre de amar seres humanos,
y la más innoble
que es amarse a sí mismo!"

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Para el que sabe ver todo es transitorio