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jueves, 3 de agosto de 2006

LA GESTA.

En las fiestas del pueblo es costumbre celebrar el, –ya legendario-, "Maratón de Fútbol Sala", una prueba titánica de 24 horas jugando a futbito.
El carácter titánico del evento no solo radica en correr ardorosamente 40 minutos por partido detrás de un balón, recibiendo toda clase de empujones, patadas y agarrones, sino en mantenerse sobrio mientras esperas el siguiente encuentro.
Fue en uno de esos partidos -“de los que crean afición”-, donde se pudo ver una de los episodios mas relevantes de aquel torneo.
Se enfrentaba el equipo favorito, cuyo nombre parecía haber salido de una broma privada de sus componentes, con otro no menos notable grupo de aguerridos jugadores, exponsorizados por algún comercio del pueblo. Era un encuentro próximo a la final, por lo que todos los jugadores presentaban claras muestras de cansancio y algunos de ebriedad.
La competición parecía haber perdido intensidad, pero para sorpresa de los espectadores ocurrió una jugada que nos recordó lo vano que puede resultar el trabajo humano si no existe colaboración.
Tras un lacio rebote en un poste, aquel escuálido defensa acabó, sin esperarlo, con el balón en sus pies mirando a su propia portería.
En un abrir y cerrar de ojos lo pisó y se revolvió sobre sí en un alarde de dominio futbolero, iniciando así su periplo hacia la portería contraria.
Al instante, tuvo que resolver el primer embate rival saltando con elegancia sobre la amenazante -y asombrosamente- pierna peluda de un astuto delantero contrario.
No perdió el balón, el rebote hacia la izquierda le permitió recolocarse en su banda donde un robusto bigotudo, le salió al paso.
En otra vistosa filigrana, paró la pelota para evitarlo.
Giró a su derecha tratando de encontrar el apoyo de su retrasado equipo pero el velludo rival se levantaba de nuevo para iniciar de nuevo el acoso, impidiéndole el trato con los suyos.
Tenia que continuar él solo.
Gracias a la torpeza de un centrocampista, que en un traspiés no solo se auto excluyó de la liza sino que impidió al del mostacho llegar hasta él, nuestro héroe atravesó el campo transversalmente.
Corría hacia el otro lado del campo sin despegar la vista del balón. La ayuda de sus apartados compañeros no llegaba.
Topó de bruces con otro contrincante pero, con dudosa habilidad, le hizo tal espectacular caño que hizo murmurar al sorprendido público.
Ya en campo contrario, perseguido por el que acababa de regatear, corrió esperanzado por la banda derecha mientras gritaba: -¡vamooos, vamooos!, apremiando a sus compañeros.
El portero oponente se le venía encima. La expectación era máxima. Sin espacio se deshizo de él con un quiebro que casi le hace perder el balón por la banda.
Todavía tuvo que, milagrosamente, sortear una vez más a su perseguidor (¡otro caño!) y de nuevo, la peluda pierna del delantero, (que vertiginosamente había cruzado el campo), antes de conseguir un magnifico centro.
La gente quedó muda, viendo cruzar el balón delante de la portería sin encontrar un solo pie que, sin esfuerzo, lo introdujera entre los palos.
Extenuado, extendió los brazos denunciando la desidia de sus compañeros, antes de lanzar una pregunta al aire:
¿ Equipooo?!.

El gol fue lo de menos. El estruendo que premió aquella gesta fue tal que la gente que había en los alrededores de la cancha se acercaba para preguntar que pasaba. Nadie era capaz de explicar que había pasado. Solo sonreíamos, acertando únicamente a decir,…
Deputamadre tio, deputamadre!

2 comentarios:

Linus Lowell dijo...

El futbol está lleno de divertidas historias que reflejan lo peor y lo mejor de cada quien.
El maestro por excelencia en cuentos de futbol es Roberto Fontanarrosa. Si algún día te topas con un libro suyo seguro que contendrá un par de gestas futboleras (o también esperpentos del balón)que seguro te sacarán una sonrisa.

Salud y gracias por el link

LL

Manolo Merino dijo...

gracias a ti por la referencia.

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Para el que sabe ver todo es transitorio