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domingo, 13 de agosto de 2006

LOGICA NATURAL.

De entre los niños que aquel año ocupaban la residencia, Juan era de los más pequeños. Además de ser un niño inteligente, sencillo y templado, era mi paisano, lo que era inevitable que tuviera cierta predilección por él.

Aquella tarde me recibió con un saludo lánguido. Era evidente que tenía un incipiente resfriado.
-¿Parece que has cogido un catarro, Juan?, le dije interesándome por su salud.
-“Si, me he resfriado a las seis y sincuentaisinco”, dijo convencido con ese seseo tan familiar.
- ¿Y eso?, Pregunté curioso, sorprendido por tanta exactitud.
- Pues nada, ejem, carraspeo para aclararse su dolorida garganta, que ayer me acosté bien y esta mañana cuando me levante a mear, tenía mocos y me dolía la garganta. Miré el reloj y eran las seis y sincuentaisinco. Dijo con desparpajo seguro de haber encontrado el momento justo del comienzo de su catarro.
Pasó la tarde tranquilo. En la merienda compartimos un zumo de naranja y el estudio de esa tarde lo pasó leyendo a Asterix en el sofá. Estaba concentrado en la lectura, pero parecía como si su atención estuviera mas bien en descubrir el momento final de su catarro. Después de cenar se tomó la temperatura y sus medicinas y dócilmente se fue temprano a la cama.

Hace poco lo volví a ver y como siempre, -por muy hombre que ahora sea-, no ha perdido la costumbre de darme los dos besos que siempre ha empleado para saludarme.

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Para el que sabe ver todo es transitorio