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viernes, 1 de diciembre de 2006

LA INQUILINA.

Anita, -ahora Ana a instancia de Jose-, ha llegado a Úbeda y se ha instalado en un cuartito de la casa. Ha firmado un contrato en el Hospital que al parecer “va pa largo”. Atrás queda la incertidumbre de cuando y donde requerirán sus servicios, amén de su marido destinado en un pueblo de la sierra de Huelva.
Llega hecha un manojo de nervios. Le inquieta pensar que éste pueda ser el primero de más cambios y si será capaz para adaptarse a ellos. Perdida en un mar de dudas, le invade un enorme desasosiego al ver que su marido está allí y ella aquí. Le preocupa enormemente que esté bien. Parece olvidar que los días necesarios para adaptarse a esta nueva situación pasarán, ofreciendo una perspectiva mas amable de los acontecimientos.

Como voy a dedicar un tiempo al estudio, me pide que le recomiende un libro de mi biblioteca. -Le sugiero “Siddhartha” de Hermann Hesse-. Pasamos la tarde entre libros, sándalo, té y un poquito de jazz muy bajito. Más tranquila, la descubro sabedora de que aunque el futuro viene condicionado por el presente es ahí, -en el presente-, donde debemos mantener nuestra atención para poder acercarnos a comprender lo que ya ha ocurrido y crear las condiciones más convenientes para que lo que ha de venir nos resulte oportuno. Sabe que lo importante no es lo que ocurre sino la actitud que se adopta ante cualquier situación.
Este fin de semana se marcha al pueblo para encontrarse con su añorado marido. Con seguridad hablarán de planes de futuro y se recordarán que han de cuidarse a si mismos mientras el otro no esté cerca, pero lo mas importante es que se regodearán en su amor saneado por la distancia.
Imagen: La habitacion de Arles de Van Gogh. 1889. Óleo sobre lienzo (57 x 74 cm) . Museo de Orsay, Paris.

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Para el que sabe ver todo es transitorio